viernes, 19 de diciembre de 2008

¡Extra! ¡Extra! Monstruo espanta multitudes


Los porteños celebraron una noche de misterio y terror en la ciudad
Con la presencia de Alberto Laiseca, el Museo Larreta fue el escenario elegido para el relato de las historias.

Sentado sobre una tarima y rodeado de gradas rebalsadas de espectadores atentos, el narrador Alberto Laiseca se encargó de otorgarle misterio al evento. El lugar se inundó de silencio. Laiseca encendió un cigarrillo, tomó el micrófono y empezó a relatar una serie de cuentos ante cientos de ancianos, jóvenes y niños.

Por: Karina Deschamps. Revista Ñ digital (video y nota completa)

lunes, 8 de diciembre de 2008

Monstruos en el museo

Ciclo Noches de luna y misterio presenta a
Alberto Laiseca
Relatos de terror en vivo!
Viernes 12 de diciembre, 20.30
Jardín del Museo Larreta, Vuelta de Obligado 2155
Entrada gratis

sábado, 6 de diciembre de 2008

Puro humo


La editorial Eterna Cadencia acaba de publicar la antología Vagón fumador compilada por Mariano Blatt y Damián Ríos. Entre los relatos, uno del fumador más empedernido de la literatura argentina: Alberto Laiseca. Pedilo en librerías!

jueves, 4 de diciembre de 2008

Una lectura de Su turno para morir

Daniel Riera, en su blog, escribe sobre Su turno para morir. La primera novela de Laiseca visitada por uno de los editores de la revista Barcelona.


La dictadura de Laiseca (clik).

jueves, 20 de noviembre de 2008

El vampiro mercedino


Juan Guinot presentando Los Cuentos del Conde Láisek.

Terror en las diagonales




El Conde Láisek durante su presentación en el Colegio de Abogados de La Plata, el sábado 15 de noviembre.
[Fotos Mica Hernández]

martes, 11 de noviembre de 2008

15 de noviembre en La Plata [gratis]

Relatos de terror en vivo!
Sábado 15 de noviembre, 20.00
Salón del Colegio de Abogados de La Plata
Calle 13 (entre 48 y 49)
Entrada gratis

Auspicia la Secretaría de Cultura de la Nación



sábado, 8 de noviembre de 2008

Diario Clarín/Espectáculos

HOY SE PRESENTA "EL ARTISTA", DE MARIANO COHN Y GASTON DUPRAT
"Todos somos un poco actores"
El filme argentino en competencia internacional se centra en el mundo del arte y en las mentiras que lo rodean. (Ver nota)



Los protagonistas, Alberto Laiseca y Sergio Pángaro, junto a los directores.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Las olas y el viento

El Artista, la película de Mariano Cohn y Gastón Duprat, protagonizada por Sergio Pángaro y Alberto Laiseca, fue seleccionada para participar de la 23º edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata (del 6 al 16 de Noviembre) dentro de la Competencia Internacional.
El jurado de la misma estará integrado por Israel Adrián Caetano, Meter Lilienthal, Pedro Olea, David Oubiña, Sarah Polley y Yu Lik-wai.
El film, en co-producción con Italia, acaba de participar en la Competencia Oficial del 3º Festival de Cine de Roma y fue declarado de Interés Cultural por el Ministero per i Beni e la Attivitá Culturali – Direzione Generale peri l Cinema, Italia.
Los realizadores del documental Yo Presidente estarán en Mar del Plata junto al elenco de El Artista acompañando la presentación de la película.

Fanas del Monstruo, podréis toparos con él entre las dunas del Festival los siguientes días y horarios.

Función de Prensa:
Sábado 8/11
9 hs, Teatro Auditórium (Sala 1)

Funciones para el Público:
Sábado 8/11
22 hs, Teatro Auditórium (Sala 1)
(Función de Gala)
Domingo 9/11
16 hs, Teatro Auditórium (Sala 1)

viernes, 17 de octubre de 2008

Desde el sur de Buenos Aires

"El monstruo máximo de la vida misma"
Valeria Tentoni entrevista a Alberto Laiseca para el periódico Nexo de Bahía Blanca (click aquí)

viernes, 10 de octubre de 2008

El Conde cuenta


Alberto Laiseca en Café Cultura Nación
Martes 14 de octubre, 19.00
Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543
Entrada gratis

martes, 23 de septiembre de 2008

Laiseca en Mendoza

El Conde anduvo haciendo de las suyas en la Feria del Libro de Mendoza. Se presentó el sábado pasado con una charla acerca de la importancia educativa del terror en los niños y narró algunos relatos de su repertorio.
Aquí los links a algunas de las notas que le realizaron diarios de esa ciudad.

Diario Los Andes
El señor de los delirios
La Feria del Libro cierra hoy iluminada con la presencia de Alberto Laiseca. Aquí, el excéntrico autor de “Los Sorias” nos habla de sus monstruos personales, de un realismo espeluznante y de una literatura cruzada por lo terrorífico y lo genial. (Nota completa.)

Diario Uno
Alberto Laiseca: “Hay que leer, es la única salvación”
El escritor rosarino, autor de Los Soria y recordado por su participación en un programa de I Sat, llega a la Feria del Libro para hablar de “La importancia del monstruo en los niños”. Allí leerá en público tres cuentos de terror. (Nota completa.)

MDZ On line, el diario digital de Mendoza
Video de la entrevista realizada a Alberto Laiseca cuando visitó la Feria del Libro. (Ver video)

viernes, 22 de agosto de 2008

Primavera espeluznante


Los cuentos del Conde Láisek
Domingos 7 y 14 de septiembre, 20.30
CCZAS, Moreno 2320
Entrada $10

jueves, 21 de agosto de 2008

Terror en el éter

Laiseca en Falso impostor con Gillespie y Enrique Symns
FM Rock & Pop, 95.9




Para saber más de la visita del Conde a Falso impostor hacé click acá

miércoles, 20 de agosto de 2008

Reseñas y artículos sobre otros libros

Revista Ñ/ Sábado 12 de julio de 2008

EL HOMBRE QUE SE REENCONTRÓ
Henri Duvernois
Cántaro Rescates. 157 páginas.

De la astrología podríamos decir: es la ciencia que te permite saber todo lo que va a ocurrir sin que puedas hacer nada para evitarlo. Lo mismo la vejez. El viejo es el triste astrólogo retrospectivo de sí mismo: sabe todo lo que debió y todo lo que no debió hacer. Pero ya es tarde. Debilidad en sobredosis, demasiada estupidez y mucha arrogancia terminan de fraguar la alquimia nefasta. Tales las razones de la indestructibilidad de la tragedia.
Un hombre de cierta edad, harto de su presente, viaja al siglo anterior cuando todos éramos jóvenes (por así decir).
Es obvio que no se puede cambiar el pasado, ni siquiera viajando con la máquina del tiempo. Todo necesita una implacable cronología de evolución, y la madurez se alcanza cuando ya casi no vale la pena. Es como el drama de Ulises: “Volverás a Itaca, pero tarde y mal”.
Nuestro maduro señor descubre que en su familia están los peores extranjeros. Nadie lo escucha y su opinión carece de toda importancia. Les advierte de la ruina económica, de la guerra próxima, etc. Todo en vano: lo miran como a un iluminado chasco.
Lo que desencadena la tragedia para nuestro personaje, el viejo señor, es un incidente que tiene con Georgina, su joven amante. Porque una cosa es sospechar que uno es cornudo y otra muy distinta que telo enrostren, aun si no fue intencional. Porque mientras todo se mueva en el “creo que” uno puede (mediante un poderoso esfuerzo de voluntad) conservar sus otoñales ilusiones. Pero a las ilusiones se las come el sapo, sobre todo cuando uno es viejito. Viajar en la máquina del tiempo es una suerte de suicidio elegante, que nuestro amigo no duda en cometer. Sí, porque el affaire Georgina lo enfrenta con su condición de anciano tonto. Equivale a la pérdida de una guerra, a que a uno lo expulsen de Saigón con helicópteros y todo.
En las primeras páginas (y aún lejos de la hecatombe) el personaje se refiere a su “lindo pajarito” con ironía deliciosa: “No creo que Georgina sea interesada en el sentido craso del término. No creo tampoco que sea desinteresada. Se sonroja con mucha gracia cuando le pongo algunos billetes de banco en su cartera; aún así se va aferrándola con firmeza porque teme a los ladrones. Ella sería incapaz de entregarse por dinero pero también de entregarse a un pobre”. Para esta chica la pobreza es como la peste neumónica, que era mucho peor que la bubónica. El personaje está muy bien diseñado: “Cuando mi amante no habla de su cuerpo, de los alimentos elegidos que lo nutren, de los especialistas que lo masajean, suavizan y visten, entra en pánico: ‘¿Es verdad que el espíritu alemán es nocivo?’ o: ‘¿Es cierto que el comercio actual está en crisis? ’ Su angustia exige respuestas optimistas que yo no tardo en ofrendarle”.
Pero lo peor está en el pasado: no logra ayudar a nadie y, menos que menos, a sí mismo de joven: una mezcla de egoísmo brutal y obcecación hacen imposible todo cambio.
En esta novela Duvernois se muestra implacable consigo mismo. Es, ni más ni menos, una rendición de cuentas de su propia vida. La obra es de una sinceridad devastadora y me alegra haber tenido la oportunidad de leerla.

Alberto Laiseca

sábado, 2 de agosto de 2008

Dame miedo, dame, dame miedo

Domingos 10 y 17 de agosto, 20.30
Centro Cultural ZAS - Moreno 2320
Entrada $10

viernes, 1 de agosto de 2008

Agradecimientos

Alberto Laiseca & Malcriadas Producciones agradecen a Sebastián Pandolfelli, Mica Hernández, Guillermo Valdez, Juan Guinot, Lucas Funes Oliveira, Leo Oyola, Natalí Tentori, Macarena, José María Marcos, Fernando Figueras, Cristián Loor, Leandro Ávalos Blacha, Santiago y Martín del C.C.Zas, su colaboración en el espectáculo del Conde Láisek.

jueves, 31 de julio de 2008

El compromiso del escritor

Texto leído en la Biblioteca Arturo Illia (Escobar, 25/07/2008)
Ciclo "Café Cultura Nación" de la Secretaría de Cultura de la Nación


El compromiso del escritor es sólo uno: influir sobre la sociedad. Cambiar para bien al mundo aunque las condiciones no estén dadas para ello. Sólo podemos trabajar desde el concepto de que, pese a todo, algo mágico ocurrirá. Pero para ello es preciso tener la más firme confianza en la victoria final.
¿Por qué las condiciones, en este momento de la evolución humana, son particularmente difíciles? Este es el básico tema de mi escrito.
¿Puede un libro cambiar la vida de alguien? ¿Algún joven desesperado y sin brújula tiene la posibilidad de crecer a partir de una lectura? Lo pregunto porque yo sí pude. Un libro me salvó. Fue El manantial, de Ayn Rand (una escritora norteamericana, de origen ruso). El problema es que era otra época, muy distinta a ésta. Hace rato que observo una paulatina pérdida de prestigio, entre las nuevas generaciones, de la palabra escrita.
Yo tenía veinte años, era 1961 y en mis manos cayó El manantial. Fue un mazazo. Esa mujer me arrinconó sin pedirme excusas. Me hizo comprender brutalmente que o cambiaba o caía. Que si deseaba ser algo parecido a un hombre debía abandonar las vocaciones ajenas (y, por lo tanto, impuestas) y seguir la propia. Dejé mis estudios de ingeniería y me fui a trabajar a las provincias argentinas. O literatura o nada. Fui peón de campo, peón de limpieza, instalador telefónico y muchas otras cosas.
Ahora bien, un libro podía transformar la vida de alguien en el siglo XIX y durante los primeros sesenta años del siglo XX. Después algunas cosas (ésta, por ejemplo) cambiaron para mal.
Ayn Rand: mujer poderosa, profundamente equivocada en muchas cosas, autoritaria (pero, al menos al principio, uno necesita un poco de autoridad). Es peligroso, pero inevitable si uno quiere crecer.
Mi muy amado Maestro Oscar Wilde (El retrato de Dorian Gray, El crítico como artista, Sobre la decadencia de la mentira) me formó en estética y hasta en alguna filosofía, pero jamás podría haberme transmitido el valor para vivir. Rand sí.
Muchas veces pensé que Los sorias, mi obra, pese a su vigoroso punto de vista del mundo, difícilmente podría cambiarle la vida a alguien y mucho menos inducir una transformación (aunque sea virtual) en el mundo. Tendría que haber sido escrito y publicado en la década del treinta. Ojalá me equivoque y alguna vez se me acerque alguien que me diga: “Tu libro me hizo crecer”.
Jean Paul Sartre, con La edad de la razón, me terminó de dar el empujón que ya había empezado a darme El manantial.
Más allá de los excesos de Sartre él fue un grande. El último que podía cambiar algo, quizá. Pero el viejo se murió y ya hace muchos años que Francia está en la decadencia. Ya no se escribirá un libro como La peste de Albert Camus. Decir, como él, que las palabras “solitario” y “solidario” son sinónimos, por desgracia es un concepto casi ininteligible en el mundo de hoy.
La pérdida de prestigio de las obras escritas fue paulatina. Al principio imperceptible. Empezó con la radio y fue peor con la televisión. Mi padre se parecía muchísimo a Josef Stalin (Primer Ministro de la Unión Soviética y Secretario General del PCUS); sin embargo tenía cosas buenas: inducirme el hábito de la lectura, por ejemplo. Me permitía escuchar radio pero no todo lo que a mí se me antojase. La radio, al igual que la televisión, en dosis moderadas también hace crecer.
Pero lo peor, para el libro, ha sido la internet: chatear estérilmente con otros tontos iguales a uno no es una buena idea. Una suma de infinitos ceros siempre será igual a cero. Ni hablar de los jueguitos electrónicos. Esos chicos no sólo no han leído por lo menos un libro, sino que además se sienten orgullosos de ello.
Hace poco se hizo una encuesta en Corea del Sur, entre jóvenes desde doce a diecisiete años. Se comprobó que los que más sabían de internet (hubiesen podido ser hackers, de haberlo querido) eran los que tenían notas más bajas en la secundaria. Si pensamos que éstos van a ser los futuros abogados, ingenieros, economistas y políticos (escritores seguro que no), no quiero pensar en qué sociedad van a construir cuando hereden ésta. Sin imaginación no hay economía y la economía es la base que sostiene todo.
No, si es como yo digo: la internet, los teléfonos celulares y las tarjetas de crédito son los tres inventos del Príncipe de las Tinieblas. Hay otros: ciertas cervezas intomables, algunas suegras incorregibles y etcétera. Sobre todo el etcétera.
Ya dije que, a mi entender, los Maestros son indispensables. De todas maneras conviene saber algo. Nada es gratis en este mundo y el que da también quita. Los protectores (los Maestros) suelen ser asesinos seriales de sus protegidos. Pero vale la pena correr el riesgo. Sin ayuda externa la muerte existencial está asegurada.
La paulatina desvalorización del libro y la casi desaparición del hábito de la lectura han producido de manera directa un fenómeno inevitable y más grave. Hoy los jóvenes no creen en los Maestros. No los buscan y, cuando sin querer los encuentran, huyen despavoridos. Se salvan así del riesgo de ser asesinados por sus protectores, pero también pierden la oportunidad de hallar un camino y vivir. En este sentido (y sólo en éste) prefiero mi época, donde uno podía leer La Dama Gris (Frau Sorge) de Hermann Sudermann y decir: “Esta es la historia de mi vida”. Sí. Mi historia escrita por un alemán que no me conoció y a quien jamás podré conocer puesto que vivió y murió en un tiempo anterior al mío.
No cualquier libro puede ayudar. Yo leí dos veces el Ulises, de James Joyce. Llegué a la conclusión de que esta genial obra es un tratado sobre la humillación. Humillación sexual: Nora, la mujer de Joyce, era tan infiel que ya era casi fiel. Pero si lo hacía delante suyo. Racial: Joyce era judío. Nacional: Irlanda, la Isla Esmeralda, bajo la pata de Inglaterra. Económica: Esteban Dédalus, uno de los alter ego del autor, sufre el desprecio de los poderosos que le pagan por enseñar a sus hijos. También esto se cumple en lo literario. Esteban pretende afeitarse con un espejo rajado. Lo mira y se sonríe: “Este es un símbolo del arte irlandés. El espejo resquebrajado de un sirviente”.
El Ulises puede servirnos para el crecimiento estético, pero no para encontrar una brújula y un buen destino. Porque el hablar sólo de humillación resulta profundamente nihilista. Prefiero la equivocación vigorosa, como en Rand. Proporciona menos peligro que el nihil (la nada).
Varias generaciones lo tomaron a Hermann Hesse como Maestro. Yo también (a los diecisiete y dieciocho años). A El lobo estepario lo leí veinte veces. El problema con Hesse es que él sólo puede enseñarnos rebeliones juveniles a los cincuenta, sesenta e incluso ochenta años. Rebelarse está muy bien. ¿Pero dónde está el camino? La de Hesse es la ontología de un niño caprichoso. Esto se ve en toda su obra, pero, con más claridad, en El juego de los abalorios. Esa muerte absurda del magíster es inevitable dado todo lo que hizo y todo lo que no hizo.
Lo anterior no niega el genio de Hermann Hesse. Aún hoy lo leo con gran placer. Tomo distancia, eso sí. Respecto a la indiscutible realidad del genio de este hombre yo podría decir lo mismo que afirmó en uno de sus editoriales (aunque referido a otro asunto) el director de la revista Más allá: “A mí nadie me puede convencer de lo que ya estoy convencido”. Él ciertamente era un genio y formó a varias juventudes, pero las formó mal. También a mí me hizo mucho daño. Entonces: hay que tener mucho cuidado con a quien se elige como Maestro.
Para ir finalizando. La idea, ya lo sugerí, es: cuando las trabas y la autodesvalorización son muchas, no se puede salir adelante sin ayuda externa.
Leer o no este es el problema. La solución depende fundamentalmente de los padres. Es indispensable una estimulación precoz de la lectura. Al menos si queremos subsistir como especie. Sin imaginación yo no hubiese sobrevivido a mi infancia terrible y tampoco a los años que vinieron después. Esto que me salvó sin duda salvará a otros.
Vivimos una época de confusión y estímulos tontos. Solamente los libros podrán protegernos.
Muchas gracias.

Alberto Laiseca

jueves, 24 de julio de 2008

El día del amigo más espantoso de tu vida

El domingo, a la hora en que suelen acecharnos los fantasmas propios, los amigos del terror eligieron juntarse alrededor del Conde Láisek para oír sus historias de fantasmas ajenos.
El gigante contador de cuentos hizo su entrada bajo la lluvia de "aleteos de murciélago" propuesta por Juan Guinot, el vampírico presentador de la noche que no tendría punzantes colmillos a la vista, pero vaya que intimidaba con su pálida delgadez, sus ojos desorbitados y su enorme capa comprada a esos saqueadores de tumbas que solo él sabe.
Entre cervezas y picadas una treintena de víctimas siguió atentamente los relatos escabrosos que se abrieron paso por la cortina de bigotes del gran monstruo.
"El gato negro", de Poe, saltó desde los cortinados del escenario, vagó entre las mesas observando a los presentes con su único ojo rojo (vendrá del más allá, pero sigue siendo curioso como cualquier minino) y se posó en la falda de Láisek buscando una caricia de su manaza.
Y también agarrado de su manaza, Conradín, el pequeño huérfano del relato de Saki, logró deshacerse de su malévola prima y tutora invocando a "Sredni Vashtar". Dos grandes historias de dos grandes autores.
La sed de sangre de los presentes bien podría haberse saciado ahí. Pero era necesario llenar nuevas copas para seguir brindando. Así que el generoso Conde, amigo de los excesos, obsequió a sus acólitos con dos historias de la saga del Vintén: un perro mágico originario del Uruguay que tiene un amo que siempre se mete en problemas con criaturas del inframundo. Un encontronazo con la mismísima Luz Mala y el amorío con una chica muerta fueron las dos aventuras que sirvieron de presentación al Vintén. Esperamos que además de ser mágico este perro tenga buen olfato y no le pierda el rastro al Conde Láisek cuando regrese, en agosto, al Centro Cultural ZAS.
Próximas funciones
Domingo 10 y 17 de agosto
20.30, CCZAS [Moreno 2320]
Entrada $10

miércoles, 23 de julio de 2008

Il Mostro en escena


Fotos Mica Hernández

lunes, 21 de julio de 2008

Enciende mi miedo


El Conde registrado por Cristian Lorr

lunes, 14 de julio de 2008

Monstruos acechan Congreso


Frente al anti-shopping Spinetto, en la vieja casona donde funciona el Centro Cultural ZAS [Moreno 2320], cayendo el domingo, hubo revuelta de seres terríficos y fanáticos del horror.
Trasponiendo las chirriantes puertas del ZAS, el gran salón de altísimos techos y luces tenues, recibió a los adoradores del Conde Láisek que aguardaron a su Monstruo favorito entre charlas, bebidas y las hermosas y tristes canciones de Nick Cave & The Bad Seeds, y la maravillosa y sombría ópera de Lou Reed, The raven.
Presentado por un jorobado demente de pelo revuelto y candelabro en la mano -pergeñado por el escritor y músico Sebastián Pandolfelli- el Conde Láisek hizo su aparición en el escenario acompañado por los acordes espeluznantes de un piano desafinado.
Sin más preámbulo, el Conde arremetió con "La esperanza", de Villiers de L´Isle Adam, un relato con monstruos de carne, hueso y sotana que narra los horrores de la Inquisición. En la segunda parte, "La pata de mono", de W.W. Jacobs, ese espantoso amuleto traído de la India que concede tres deseos a su poseedor y, claro está, se los cobra con creces. Y para que nadie se vaya tan asustado, dosificando el terror y el humor, Láisek obsequió a sus queridas víctimas con dos deliciosos relatos de Las Mil y Una Noches.
Aplausos y aullidos de placer.


¡Nueva función, nuevos relatos!
El domingo 20 vení con tus amigos a rememorar los campamentos de infancia. Esta vez a los cuentos de horror te los cuenta el Conde para que vuelvas a asustarte en serio.
¡Escalofriante día, amigos!
20.30, Centro Cultural ZAS
Entrada $10

jueves, 3 de julio de 2008

El Conde Láisek despierta...


ahora busca víctimas por la zona del Congreso los gélidos domingos de julio!

miércoles, 2 de julio de 2008

Monte Ruhsmore, República de Camilo Aldao

by Leandro Ávalos Blacha

domingo, 20 de abril de 2008

Acción!

Exclusivo: Fogwill, Horacio González, Laiseca y León Ferrari, ahora actores de cine

Los “extras” menos pensados

En el rodaje de la película El artista, de Mariano Cohn y Gastón Duprat, los tres escritores y el artista plástico pasaron delante de cámaras para representar a un grupo de viejos en un geriátrico, embotados frente a un televisor.
Por Julián Gorodischer (leer nota completa)



León Ferrari, González y Fogwill hacen de compañeros de geriátrico de Laiseca, un “artista plástico genial".

jueves, 17 de abril de 2008

Décalogo para principiantes

1-Sadismo es amor.
2-Masoquismo es ternura.
3-Vampirismo es protección.
4-Por el culo no es incesto.
5-Una sola vez no preña (licencia poética).
6-El mismo que te abusa, el mismo que te arruina, es el propio que te cuida.
7-Más te arruino, más hay para arruinar. Cada día estás más linda.
8-El sádico le dice a su masoca: “Te voy a martirizar, humillar, violar, preñar y, por fin, abandonar”. Y la masoca le contesta a su sádico: “Abandoname, abandoname. Pero, por favor, nunca me abandones”. Ella es mi chica.
9-Me gusta decirle “puta”. Esto a los fines de vejarla, someterla, transformarla en piltrafita pateable, para que sienta toda la profundidad de mi desprecio. Sólo consigo que ella me mire con cara pícara y me conteste: “Sí. Yo tampoco puedo vivir sin vos”.
10-Te saco incluso el corpiño. Para castigarte mejor.

[Fragmento del Manual Sadomasoporno]

domingo, 30 de marzo de 2008

Catalepsia y corpiños

El Conde Láisek volvió en una perfecta tardecita gris que amenazaba tormenta.
Bajo la cúpula vidriada del bar de Eterna Cadencia, envuelto en una luz mortecina, Alberto Laiseca, metido en su traje de contador de historias, comenzó hablando de la revista Más allá. Editada en la década del 50 y de aparición mensual, se publicaron 48 números a lo largo de 4 años. Un Laiseca adolescente conoció la revista gracias a su tío Enrique que, cuando lo visitaba en Camilo Aldao, le traía los números que habían ido apareciendo en los meses sin verse. El Laiseca ya adulto, ya escritor, ya autor de Los Soria pudo reunir, hace pocos años, la colección completa luego de una ardua búsqueda en librerías de viejo y de coleccionistas. Los 48 números de la Más allá que guarda en algún estante de su inmensa biblioteca con todos y cada uno de sus libros forrados en papel blanco, es uno de sus tesoros más preciados.
Empieza hablando de la revista porque es de allí de donde proviene el relato que va a contar a continuación: una pieza rara de Héctor Oesterheld cuya publicación dio que hablar en las cartas de lectores que llegaban a la redacción de Más allá. Laiseca dice que se armó un gran alboroto con ese cuento y nos habla de la pacatería de la época, los conservadores años 50. ¿Qué fue lo que provocó rechazos y adherencias en partes iguales, comentarios de lectores indignados y furiosos con el contenido del relato, y de otros que defendían y celebraban su aparición? Pues que Oesterheld hablaba en su cuento de tetas y corpiños. "Inocente Maquiavelo reforzado" es un relato plagado de humor y de absurdo, una faceta menos conocida del autor de El Eternauta.
Luego del intervalo de rigor, de haberse fumado un cigarrillo en la vereda y de haber recargado su ración de whisky, Laiseca más Conde Láisek que nunca volvió para narrar a uno de sus autores favoritos, Edgar Allan Poe. Si antes el auditorio se había reído con la historia de dos fabricantes de corpiños y la invención de un gas que, rociado desde un satélite, hacía crecer desmesuradamente los pechos de las mujeres y las posaderas de los hombres, en la segunda parte, con "El enterramiento prematuro", llegó la hora de la inquietud, de enfrentarse con un temor que alguna vez todos hemos experimentado: despertarnos en un sitio oscuro, asfixiante, embutidos en una estrecha caja de madera, baja cuatro metros de tierra húmeda.
El próximo viernes, nuevos relatos.


Foto: Mica Hernández

Los cuentos del Conde láisek
Viernes 4 y 11 de abril
19 horas
Eterna Cadencia/Honduras 5574
Entrada $12

sábado, 1 de marzo de 2008

Laiseca x 2 en revista Ñ

Flora y fauna. Por Diego Erlan.

Luces y sombras
-Contar un cuento en vivo es como que te tiren en paracaídas desde un avión.
-¿No se sabe dónde uno va a caer?
-Exacto.
El escritor Alberto Laiseca está sentado en la vereda de la librería Eterna Cadencia, en Palermo, y habla en voz baja. La tarde lluviosa es ideal para escuchar un cuento de terror del Conde, como lo llaman sus alumnos. Y en esta segunda fecha del ciclo, que continuará en marzo, Laiseca contará "Amargo final", de Eric Frank Russell y "Algo repelente", de William Nolan. En un salón repleto con personas sentadas en el piso, en las escaleras, de pie en la barra, Laiseca comienza a relatar esas historias con un vaso de whisky en la mano y su bigote que araña un micrófono latoso. Laiseca cambia de ritmo, eleva la voz, se queda en silencio. Sus dedos repiquetean en la mesa y sus ojos enloquecen. Hasta que en un momento, las luces comienzan a titilar, bajan su intensidad hasta que todo se convierte en una tarde gris. Laiseca se queda sin micrófono y pregunta si quieren que siga. El público asiente y se prepara para una puesta en escena perfecta.


Reseñas y artículos sobre otros libros
El sexo no cura la mediocridad
¿Tiene sentido dedicar un libro a narrar la estupidez? Esto se pregunta Alberto Laiseca ante la novela de Crace.

Seis, de Jim Crace
Emecé. Lengua Franca. 246 páginas.

Decía Descartes que el movimiento es indestructible. Yo diría que la mediocridad también. Esta novela podría ser considerada un tratado sobre la reproducción de tales engendros. Sin duda Crace es muy bueno para desenmascarar esto. Los “peligrosos” extremistas del café, los revolucionarios de boliche, son sus víctimas predilectas. No falta la mujer histérica (pero dominante) como centro sexual del grupo.
Para las aventuras de sus personajes el autor nos ha fabricado una ciudad imposible de identificar. Por momentos es París, pero tiene algo de Praga y del “destape” español post franquista. Lo hace a propósito, naturalmente. A punto tal que la novela termina con estas palabras: “Pero esto podría suceder en cualquier parte, pensarán ustedes. Así es”.
En este libro hay relaciones sexuales reales, no ficticias. Sin embargo, a causa de la histeria y la cobardía de hombres y mujeres, de “lo hice sin querer queriendo”, del Chavo del Ocho de la televisión mexicana, todo se desvirtúa, nada significa y aun lo físico termina convirtiéndose en una cabalgata de hazañas sexuales imaginarias.
Aquí tenemos mujeres que se acuestan con el primer idiota que encuentran, para recuperar la confianza en sí mismas (bonita manera de lograrlo). Otras que hierven de narcisismo: “… él nunca fue el objeto magnético e irresistible de los deseos de Freda. Ella misma era el objeto de su propio deseo. Estaba completamente deslumbrada consigo misma”.
Los tipos evadidos de la realidad (en el café o en la cama) pululan como las fastidiosas moscas de la fruta. Vidas vacías y desprovistas de coraje personal: “Lix había advertido este hecho vergonzante cuando no era más que un adolescente: el coraje es un recurso natural finito, tan poco renovable como el petróleo, y él ya había agotado sus propias reservas. Desde que tenía dieciséis o diecisiete años, sintió que le esperaban años timoratos”.
Hay un momento en el que los (momentáneamente, al menos) personajes centrales son víctimas de una inundación: “… revelan que alguna vez había sido –hasta el día anterior- tierra seca y hogar de comadrejas, ratas y zorros, todos ellos ahogados hacía tiempo porque jamás habían aprendido a nadar, a trepar ni a volar”. Ya nos percatamos de que los infortunados bicharracos aquí mencionados son, en realidad, estos mismos personajes humanos de vidas anodinas.
En apariencia a Lix (nuestro antihéroe) lo acompaña una maldición: su exceso de fertilidad. Al menor descuido sus chicas quedan embarazadas. En realidad el autor insiste tanto en esto que uno termina por creerle, hasta que al fin uno descubre que el supuesto campo gravitatorio de los embarazos, a causa de lo usuales que son los personajes, resultan lo menos determinante del fin de las relaciones: “… dormían separados, ya sea divididos por un hueco lleno de rabia en la cama o aislados en habitaciones separadas” “`Nadie duda, al menos nadie que lo haya sentido alguna vez, que de las torres de nuestra ciudad´, explicaba Don Juan, mientras pasaban los tranvías, `el amor es la más frágil de todas, está destinada a caer, pues fue construida sólo para ser derribada´”.

sábado, 23 de febrero de 2008

Palermo Horror II

La tardecita estaba ideal: gris y con lluvias intermitentes que empañaban el techo de vidrio de Eterna Cadencia. Ideal para que alguien te cuente un cuento. Ideal para una ronda de relatos de terror en la voz y el cuerpo del Conde tremendo. Habrá sido por eso que en la sala no entraba un alfiler y unos cuantos se quedaron afuera.
Sombrío, Láisek arrancó con "Amargo final", de Eric Frank Russel. Histriónico, con cambios de voces y gestos para cada personaje, siguió con "Algo repelente", de William Nollan. En el medio del relato se cortó la luz (sí, en Palermo Hollywood también hay crisis energética!), luego de parpadeos amenazantes que apagaban y encendían las numerosas arañas del bar. Nadie se quejó, al contrario: nunca un corte de luz fue aceptado de tan buen grado porque qué mejor que terminar el día bajo las sombras de un crepúsculo lluvioso oyendo historias espantosas? Cerró con "El pequeño Johgny", del Teniente Coronel Oscar Estes y, acordes con el parte meteorológico, los espectadores despidieron al Conde con una lluvia de aplausos.



Revista ADN/Sábado 23 de febrero
Gritos y susurros
De qué habla la gente de la cultura cuando casi nadie la escucha

Laiseca y sus personajes

sábado, 16 de febrero de 2008

Palermo Horror


Tengo que salir de esta lluvia.


La garra del monstruo.


Las víctimas, chochas.

En su primera presentación en vivo en Eterna Cadencia, el Conde Láisek les puso los pelos de punta a sus oyentes con espléndidas versiones de "La lluvia" de Ray Bradbury y "La tercera mano" de George P. Mann. Y para que nadie se fuera lo suficientemente tranquilo los despidió con un delicioso cuento chino de demonios.
El próximo viernes nuevos relatos, más escalofríos.

Página 12/Viernes 15 de febrero

Literatura/Entrevista al escritor Alberto Laiseca
Las maravillas del Conde Láisek
El autor de Los Soria “actuará” en Eterna Cadencia. Narrará en vivo los cuentos que durante años estremecieron a grandes y a chicos. “El miedo te hace más fuerte”, dice, y hay que creerle. (Ver nota completa)

"El escritor es un actor, aunque no lo sepa", plantea Laiseca.

lunes, 11 de febrero de 2008

Reseñas y artículos sobre otros libros

Diccionario/ Revista de Letras (Córdoba-Argentina)

Ayesha

Ayesha. Este es el nombre del personaje de Henry Rider Haggard, en su novela Ella (She): una chica muy mala, soberana de los amajaguers, a quien todos (muertos de miedo) llamaban Quien debe ser obedecida.
Pocos autores han tenido la dicha de fabricar un monstruo absolutamente original. En la antigüedad teníamos a las Gorgonas petrificantes, la Hidra de siete cabezas, a la Esfinge de Tebas y a otros pocos. Pero los más originales son recientes: Drácula, el muñeco de Frankenstein, el zombi, el gólem, cyborg (y robot) y la momia. En realidad, si nos fijamos, veremos que el panteón de las bestias está superpoblado por seres híbridos, mezcla de hombres con alegres bicharracos que ya existen en la realidad. Un purista objetaría incluso a la Esfinge, porque tiene cabeza humana y cuerpo de león. Lo mismo cabe decir del hombre lobo.
Ahora bien, ¿Qué significa la palabra monstruo? Según el diccionario es “el ser único en su especie”. Fijarse que no necesariamente ha de ser feo. Pues esto es lo que ocurre en la novela de H. R. Haggard: Ayesha es tan hermosa que los hombres enloquecen por ella. Para no verse obligada a matarlos, las pocas veces que sale de sus pétreas habitaciones lo hace por completo velada, como chica talibán. Hasta las manos debe cubrirse, puesto que ellas solas bastan para el hechizo amoroso (por cierto, no buscado).
Pese a ser contemporánea de Alejandro Magno vive y hace de las suyas en pleno siglo XIX, fresca como una lechugácea. En su momento se bañó en el fuego de la vida y ello le brindó no sólo sobrenatural (monstruosa) belleza, sino también poderes mágicos y algo muy parecido a la inmortalidad. Quien debe ser obedecida vive en un reino sombrío, en las profundidades de África, protegido por pantanos pestilentes. Cruzarlos significa una muerte segura y el paludismo un premio por buen comportamiento, al lado de todo lo que podría ocurrirte. Por de pronto como (y como decía Jorge Luz en “África ríe”) hay “unos mosquitos grandes así, que te sacan el pedazo y se lo van a comer arriba del árbol”.
Ayesha, como ya dijimos, gobierna con mano de hierro a la tribu de los amajaguers, seres primitivos y bestiales que tienen una costumbre deliciosa: a los extranjeros los depositan en un lugar cómodo, donde ya no sientan un dolor ni una necesidad de nada. Eso sí: previamente les ponen de sombrero una vasija calentada al rojo blanco a fin de freírles los sesos. Luego cocinan también el resto y al todo se lo comen. No me parece tan terrible. ¿Acaso ustedes no comen vacas y chanchitos? La antropofagia puede parecer deplorable, así a primera impresión, pero a fin de cuentas es tan solo una costumbre.
Ella, además de una obra maestra, es la novela más original y alucinante que he leído en mi vida. Quien debe ser obedecida es “muy remalísima” (como decía mi hija cuando era chica). Tiene toda la crueldad de una sultana de Las mil y una noches. Si se enoja contigo podría llegar a ordenar, por ejemplo: Cortadle las frutales y verdes frondas. Tronchadlas y metedlas en un frasco de boca ancha, que fue de aceitunas, con ron cubano antiguo, de siete años, a fin de preservar para la historia a sus elípticamente mencionadas partes pudendas.
Proceded ya mismo sin falta. Ahorita. Diría esto mismo, en efecto, sólo que con un lenguaje bastante más ascético.
Sin embargo Ayesha no es mala chica del todo. Tiene mal carácter, es lo que pasa. ¿Pero quién no tiene algún que otro defecto? Sucede en las mejores familias, como decía mi padre.
Nuestra linda y peligrosa monstrua vive con su pueblo en una enorme montaña acribillada de salas y túneles. Miles de años atrás el sitio era el lugar donde los habitantes de Kor, ya desaparecidos, depositaban sus muertos. Seguían un proceso de embalsamamiento único: los difuntos nada tienen que ver con las apergaminadas momias egipcias. Las carnes, los rostros, tienen apariencia de frescura. Como si hubiesen fallecido hoy. Sin embargo son muy inflamables; dichosa circunstancia que es aprovechada por los amajaguers cada vez que necesitan teas para iluminar sus festines antropofágicos. Sus muertitas predilectas son las de pelo largo, porque por ahí arden mejor. Largan llamaradas que recrean la vista. Lo que voy a decir es antiarqueológico, lo sé, pero ¿cómo no entusiasmarse cuando a las difuntáceas les salen chorros de fuego por las orejas, ojos y boca? No lo dice Haggard pero estoy seguro de que también les brotan chorros ígneos de las tetitas. Esta, al menos, es mi expresión de deseos. Si a ello sumamos los alaridos de las víctimas cuando son “envasijadas” veremos que la fiesta es completa. Dejaremos ya de considerar seres primitivos a los amajaguers cuando comprendamos que sus acciones tienen expresión. Y como dijo Oscar Wilde, Príncipe Consorte de la Estética, “Es tan sólo la expresión la que da realidad a las cosas”.
A Haggard le tocaron las generales de la ley respecto a los escritores populares, sean de aventuras o de terror: e l desprecio de la crítica “seria”. El único escritor consagrado que no vaciló en llamarlo genio fue, precisamente, Oscar Wilde, en Sobre la decadencia de la mentira. Un escritor que amo, George Orwell (1984, Rebelión en la granja), dijo (por ejemplo) que los de Haggard eran “buenos libros malos” (Cazando un elefante).
Idéntica cosa le ocurre hoy a Stephen King. No sé que suerte de hechizo maléfico, prejuicio subnormal, pende sobre los escritores de entretenimiento. Supongo que yo, como cualquiera, valoro y admiro a Harold Pinter. ¿Y qué tiene que ver? La imaginación pura es exactamente la mitad del buen arte. Si alguna vez el mundo perece será, precisamente, por falta de imaginación.

Alberto Laiseca

domingo, 10 de febrero de 2008

Reseñas y artículos sobre otros libros

Revista Ñ/ Sábado 2 de Febrero de 2008

AMRITA
Banana Yoshimoto
Fábula. Tusquets Editores. 346 páginas.

Yoshimoto es tan exquisita como un té. Llama la atención el estilo severo, despojado, de la autora. Pese a la aparente simplicidad del lenguaje logra revelaciones deslumbrantes del alma de la mujer japonesa. Los hombres, en cambio, no son tan claros. Resultan por lo menos sospechosos. Salvo los niños.
Sakumi, la protagonista principal, ha recibido un golpe en la cabeza que le ha hecho perder la memoria. A todo lo va recuperando muy de a poco. En ningún momento se dice (este no es un libro para leer distraído), pero la tragedia de Sakumi es la del propio Japón después de pérdida la guerra: cómo seguir siendo japonés luego de semejante “golpe en la cabeza”. ¿Dónde está mi identidad?.
El hermanito menor de Sakumi quiere ser escritor. Esto, en la familia, no parece “normal”. Sobre todo porque admira a Akutagawa, autor de Rashomón, que se suicidó. Cosa curiosa: Mishima, que también se quitó la vida, no da miedo porque él lo hizo por el viejo Japón, que está terminado. Akutagawa, en cambio, es temible por una cuestión de identidad. Se negó a adaptarse.
En ese país hay tres maneras de suicidarse. Una es subirse a un avión “zero” y estrellarse contra el portaaviones Saratoga (es una manera de hablar). Mishima, de alguna manera simbólica, así lo hizo. Otra es seguir vivo pero “normal”. La normalidad es la traición, pero es la única manera de escapar al síndrome Akutagawa. Esto es tan serio que si sacamos a las palabras “sano” y “normal” como factor común, esta novela queda mucho más chica. El horror a ser distinto es constante.
Sakumi tenía una hermanita actriz que se mató. Dice de ella: “Puede ser que, a fuerza de esconder su propia fragilidad simulando en escena una fuerza ficticia, se hubiera formado en ella una identidad llena de remiendos”. ¿Pero no será esto, también, el propio pueblo japonés de hoy?
Unas pocas frases de la novela darán cuenta de a qué peligros (según la autora) se enfrentan los que allí buscan su identidad: “Por la noche, la cocina es un lugar peligroso si se está solo: el pensamiento puede llegar a un punto sin retorno. No hay que quedarse en ella demasiado tiempo. No se puede encerrar en ella a una madre, una mujer, una hija. Los propósitos homicidas, el bortsch más exquisito, el alcoholismo de las amas de casa, todo nace aquí”. “Es un milagro que todos mis conocidos y todas las personas a las que quiero hayan conseguido llegar al final de su jornada sanos y salvos pese a manejar un gran número de instrumentos enormemente peligrosos”. “Todavía hoy, cada vez que se muere una persona que conozco, cada vez que asisto a los llantos y al sufrimiento de los que quedan, pienso, por supuesto, en lo terrible que es acabar así. Sin embargo, la muerte me parece menos sorprendente que el hecho milagroso de que esa persona haya conseguido sobrevivir hasta entonces”.
Cuatro últimas citas: “El aroma del pan recién sacado del horno suscita en mí, no sé por qué, un sentimiento desgarrador”. “En la calle, hacía frío y los transeúntes iban envueltos en sus abrigos, pero en los rayos del sol se respiraba un ligero olor a primavera. Algo nuevo, dulce, brillaba apenas. Quizás estas cosas tan imperceptibles sólo seamos capaces de reconocerlas los japoneses”. “En Japón, la puesta del sol, a diferencia de la de Saipan, tan espectacular, es tenue, frágil, infinitamente delicada, hasta el punto de que si no se tienen los sentidos bien despiertos es difícil verla con claridad”. “El aire puro de un día de invierno en Japón no es ninguna tontería”.
Yoshimoto no toma partido en absoluto por la vieja manera de ver las cosas ni, mucho menos, por las brutalidades cometidas durante la guerra. Antes al contrario. Sólo intenta explicarnos qué difícil es ser raza de islas volcánicas. Parece decirnos: junto a lo malo desapareció lo bueno. ¿Y ahora qué hacemos? ¿Cuál es el camino? ¿Cuál es nuestra identidad?
La sensibilidad exquisita ante el temblor de invierno, o de una puesta de sol que casi no se ve, da una sensación de extrañamiento. El “golpe en la cabeza” cambió todo y hay presión bajo nuestros pies.
Novela más que recomendable.

Alberto Laiseca

viernes, 25 de enero de 2008

Diario Perfil/Domingo 23 de diciembre

"La URSS se hundió por falta de imaginación". [Ver nota completa]

Cultor del realismo delirante, acaba de publicar “Manual sadomasoporno”. En esta entrevista, el escritor que pudo llegar a una audiencia masiva gracias a la televisión habla de la utilidad de la literatura y las falencias de los escritores más jóvenes, y confiesa que se necesita suerte además de talento y trabajo para ser publicado. Reconocimiento, relaciones de poder y la preocupación por que la obra se olvide luego de su muerte, “como le pasó a Marechal”.

Entrevista realizada por Sonia Budassi para Diario Perfil.

martes, 1 de enero de 2008

Libros publicados








· Su turno para morir (1976)
· Aventuras de un novelista atonal (1982, 2002)
· Matando enanos a garrotazos (1982, 2004)
· Poemas chinos (1987, 2005)
· La hija de Kheops (1989, 2006)
· La mujer en la muralla (1990, 2002)
· Por favor ¡plágienme! (1991)
· El jardín de las máquinas parlantes (1993)
· Los sorias (1998, 2005)
· El gusano máximo de la vida misma (1999)
· En sueños he llorado (2001)
· Gracias chanchubelo (2002)
· Cuentos de terror (con video) (2003)
· Las aventuras del profesor Eusebio Filigranati (2003)
· Beber en rojo (2004)
· Las cuatro torres de Babel (2005)
· Sí, soy mala poeta pero... (2006)
· Manual Sadomasoporno (2007)