viernes, 22 de julio de 2011

Hoy en ADN/ La Nación

Laiseca, el delirio al poder

La reunión en un solo volumen de todos los cuentos del desmesurado narrador argentino permite vislumbrar los alcances de una obra original y clarividente.


Por Martín Lojo
LA NACION

En el capítulo 131 de Los Sorias (1998), los linyeras del país de Tecnocracia, considerados "animales mágicos" por el tirano Monitor, emprenden la titánica edificación de un "Falso Bayreuth", de mayores proporciones que el teatro original, en el que representarán la tetralogía wagneriana. Como es lógico tratándose de crotos, sus "haraposidades" utilizan chatarra, telas, arpillera, estopa, cajones para vino, velas y todo tipo de descartes. La empresa se lleva a término pero, por la precariedad de los materiales, el teatro se incendia por completo en la primera representación, al finalizar El ocaso de los dioses . Ese episodio es una metáfora precisa de los artilugios del "realismo delirante" acuñado por Alberto Laiseca (Rosario, 1941). Sus relatos toman como materia prima tanto obras canónicas literarias y musicales (Poe, Joyce, Mozart, Wagner) como "desechos" de la cultura: el cine clase B (el terror, la ciencia ficción, el policial), los best sellers, la pornografía, los dibujos animados, las historietas de superhéroes, los lugares comunes del habla y de la música populares, la divulgación científica, el ocultismo. Un punto de partida que comparte con numerosos autores locales que encontraron en el delirio un modo de escapar de la monotonía narrativa. Pero a diferencia del control que brinda el experimento vanguardista en que se amparan obras como la de César Aira, la escritura de Laiseca se pierde sin reparos en la búsqueda de una obra total y desmesurada, en la que cada acierto es el resultado de un avance arduo a través de sus obsesiones. Cuentos completos , que reúne sus esenciales tres primeros libros del género, Matando enanos a garrotazos (1982), Gracias Chanchúbelo (2000) y En sueños he llorado (2001), y agrega relatos más ligeros publicados en diversos medios o inéditos, ofrece un panorama exhaustivo de esa escritura que produce por igual la carcajada y el espanto, la fascinación y el desconcierto.

En un texto de 1983, Fogwill atribuía a la obra de Laiseca las propiedades de un fractal: una forma hipercoherente en la que todos los niveles reproducen la misma estructura. Una misma morfología se repetiría en el léxico y la sintaxis, en la acción y la descripción. Tales características pueden comprobarse en un texto como "Terriblemente, ferozmente, horriblemente", en el que el autor de Matando enanos a garrotazos responde a la mítica admonición que se le adjudica a Borges sobre ese libro ("¿qué se puede esperar de un tipo que empieza en gerundio el título de su obra?") con una declaración de guerra: "Dedicando, entonces, éste, un mi cuento, a los enemigos de siempre. Aquí les ofrezco no sólo gerundios los tales, sino adverbios, frases germanizadas, comas antes de verbo, rimas, hiatos y disonancias de las más pura y clásica cepa roman atonal". Con tal propuesta beligerante, Laiseca borra los límites de la "mala escritura" y crea la extrañeza de un ritmo "exótico" (cuentos hindúes, arábigos, chinos), afecto a producir colisiones semánticas como el encuentro, en un mismo párrafo, de nombres como Biko Peter Gabriel, Gancho Gelatinoso Formol y Robert McNamara. El resultado es la creación de una lengua lujuriosa y barroca "a garrotazos", la forma ideal para narrar historias prodigiosas.

Laiseca reescribe leyendas populares como la mujer sepultada viva de "La verdadera historia de la Mujer de Blanco" o el perro-rata de "El Bobi"; escribe, en "El cuarto tapiado", un cuento de terror total que incluye fantasmas y mansiones góticas, científicos locos, tumbas egipcias y golems; crea una religión hindú de ratas mafiosas en "El poeta Charán" y mezcla casos policiales y zombis en "Perdón por ser médico". Pero algunas de sus obsesiones se destacan y evidencian que su búsqueda va más allá de la mera hipérbole humorística. Discípulo industrioso de Sade, el maestro Lai explora torturas extremas y perversiones que estremecerían a los lectores más osados. Es ejemplar "La isla de los cuatro juguetes", en el que una joven sometida a la represión de su madre se venga convirtiéndola en su esclava sexual, con la complicidad de su padrastro, violador y amante. Como aclara en "Trilogía misógina", no se trata tanto de sadomasoquismo como de "horror y desesperación", y la violencia de estos "cuentos edificantes" tiene un fondo de justificación moral que desenmascara la represión como origen de la crueldad.

Las obsesiones que ocupan sus mejores relatos son, no obstante, las del poder, la guerra, la ciencia y la técnica, las fuerzas de la civilización que hacen al hombre víctima de sus deseos. Entre sus gigantografías, Laiseca imagina la construcción de máquinas de guerra, un tanque y un buque-ciudad-torre de tales dimensiones -más de mil metros de largo y más de quinientos de ancho- que precisan más de treinta mil hombres para ponerlas en funcionamiento y resultan, por supuesto, completamente inútiles por su incapacidad operativa. Inventa una máquina para viajar en tornado que pulveriza a su tripulante en el viaje inaugural. Narra rebeliones militares obstinadas que condenan a la autodestrucción. Una expedición a la tumba de Tutantchaikovsky despierta la ira de la momia de Mozart, y la "escalación de la gran madera" descubre que el gigantesco monolito emplazado en una llanura arenosa no es el resto de una civilización perdida ni un artefacto extraterrestre, sino "simplemente, un lugar a medio hacer".

Cuando narra el fracaso de proyectos colosales, Laiseca logra sus páginas de mayor belleza plástica. Tal es la última visión del tripulante de la nave de "Viaje en tornado": "En cierto momento pasó por un estanque lleno de peces color sangre, y llevóse toda el agua y su contenido. Los animales ahora giraban junto al cuerpo del titán. No habían tenido tiempo de morir y circulaban por su nuevo elemento siguiendo las trayectorias de las líneas de fuerza, como glóbulos rojos marchando en torrente por las venas". Algo semejante ocurre con la explosión de forma y color de las plantas mutantes de "El jardín de los monstruos magnetofónicos".

Como dice el croto Moyaresmio Iseka, el objetivo es "vislumbrar la verdad a través del dislocamiento de las exageraciones". La carcajada crispada que despierta el delirio de Laiseca es el reconocimiento de que su lógica absurda, apenas aumentada por un lente deformante, es idéntica a la de los inútiles esfuerzos de toda civilización por dominar el destino y vencer la muerte.

El humor es un exorcismo contra el triunfo seguro de la entropía y el Anti-ser. En el cuento "Los santos", los habitantes de una ciudad alcanzan la gracia divina dedicando su vida a actividades inútiles, pero realizadas con minucia religiosa. Uno recopila hechos insólitos, otro estudia la magia teórica, otro lee enciclopedias; uno construye, solo, la Gran Muralla China; otro, la Gran Pirámide. El guardián de la ciudad explica al visitante: "El error consiste en tomar a estos hombres como excepciones. Es tarea común a los humanos, sólo que tales trabajos por lo general son parciales e invisibles. Le hablé de lo poderoso de la tentación. Aun así dominarla no resulta irrealizable: basta con rechazar el espejismo desértico para que la arena deje de crecer a costa de la tierra. Sin trabajo interior el hombre se convierte en santo automáticamente. No porque esto sea lo natural, sino a causa de que hoy el mundo está lleno de incentivos y catalizadores en esa dirección". Este relato resume la ambición de la obra de Laiseca: captar tanto el horror como la belleza de los vanos, amorales e irracionales esfuerzos de la humanidad por extender los límites de su dominio. "Más allá: la nada, con todos sus abismos."

ADN LAISECA

Los Sorias, su legendaria novela de 1323 páginas, tardó dos décadas en ser publicada. El derrotero editorial de Alberto Laiseca (Rosario, 1941) tuvo una suerte errática, aunque con los años su populosa obra fue viendo la luz. Entre sus novelas se cuentan La mujer en la muralla (1990), El jardín de las máquinas parlantes (1993) y El gusano máximo de la vida misma (1999). También publicó Poemas chinos (1987) y el ensayo Por favor, ¡plágienme! (1991).


Cuento: "El jardín de los monstruos magnetofónicos". En este relato, originalmente publicado en Matando enanos a garrotazos, Laiseca pone en escena un alucinante experimento con ecos kafkianos.


viernes, 15 de julio de 2011

Laiseca en el Clarín de hoy

"Yo siempre respeté la realidad: es lo único que tenemos"

El creador del realismo delirante festejó la edición con risas y sala llena.

PorGabriela Cabezón Cámara





MAESTRO CONTENTO. ALBERTO LAISECA, EN SU PRESENTACION DEL MARTES.

"Nunca tuve un alumno tan malo como era yo cuando empecé” dice Laiseca, con los ojitos achinados y los bigotazos casi pegados a las orejas de tan sonriente, impecable y feliz: es martes a la noche, está en la Casa de la Lectura y está presentando sus Cuentos Completos (Simurg) ante una sala llena. Sigue, con esa forma de hablar tan suya, en la que se interroga, “¿Por qué te dedicaste a la literatura entonces, Laiseca?”, y se contesta, “Se lo dijo Mijail Sergeievich, el último premier soviético, al pueblo ruso: ‘ya no tenemos lugar a donde retroceder’. Sin saberlo, acuñé la frase antes que Gorbachov. ‘No tenés más remedio que ser genio’, me dije”. Es que dejó todo para dedicarse a la literatura: la carrera de ingeniería, la mensualidad paterna, la posibilidad de volver a casa. Terminó de cosechero, en Mendoza. Y ahí empezó un camino largo y tan original como la obra que logró construir: ya en Buenos Aires, fue personal de maestranza en un banco. Y se hizo amigos. Entre ellos, un escritor en las antípodas de su estética, Osvaldo Soriano. “El me ayudó mucho a mí, a publicar mi primera novela, Su turno , por ejemplo. Nos admirábamos mutuamente, pero ninguno influyó en la obra del otro. Sin embargo, cuando leí Una sombra ya pronto serás , vi que habíamos llegado a lo mismo: ese tipo con traje y valija en el medio de la desolación, “como un error de la naturaleza”, dice el Gordo, esos tres militares que se dan órdenes entre ellos porque no tienen ejército, ni balas, ni nada: eso es realismo delirante”.

El realismo delirante es un invento de Laiseca, el modo en que define su literatura. “Siempre respeté mucho la realidad: es lo único que tenemos. El delirio debe estar al servicio de la realidad. Cuando a Oscar Wilde le publicaron El retrato de Dorian Gray , hubo quien lo acusó de ser excesivamente paradojal. El tipo dijo, ‘bueno, tiene razón, soy paradojal en exceso: sucede que me gusta ver la verdad en la cuerda floja, para ver cómo funciona’. Y yo podría decir lo mismo del realismo delirante, es cómo poner la realidad un poco sobre la cuerda de Wilde, para ver cómo funciona”. Para eso estudió, y ahí están las raras erudiciones de Laiseca: sabe, mucho, de poesía china. De física teórica, de teoría de la guerra, de astrología, de mecánica, de historia antigua, de películas de terror y pornográficas, de cuentos de hadas y de química.

Podemos decir que sus realidades delirantes funcionan de una manera deslumbrante: si alguien duda, lea estos Cuentos Completos . O Los Soria , la mítica novela donde el escritor pone en cuestión el poder. Un tema que atraviesa toda su obra y se relaciona con el único relato que hace que se le caigan los bigotes: su infancia sin mamá, sometida a la indiferencia del padre y al sadismo de algunas “sirvientas malas”. Pero los bigotazos vuelven a subir cuando cuenta la única batalla que le ganó a una de ellas, la que, cuando se enojaba, le pegaba y le gritaba: “Pero qué te has créido ”. El era chico, pero notó el cambio de la acentuación y se burló: “Pero Mária , ¿qué me decís?”, gritó a su vez. Y ella se avergonzó y lo dejó ir en paz.

miércoles, 13 de julio de 2011

Hoy presentación de los Cuentos Completos





Ediciones Simurg y Casa de la Lectura
invitan a la presentación de los

Cuentos Completos
de
Alberto Laiseca

a cargo de Walter Iannelli y el autor

Miércoles 13 de julio, 19.30 hs
Casa de la Lectura
Lavalleja 924
(entre Jufré y Lerma, Barrio de Palermo)