jueves, 22 de noviembre de 2012

Mundo porno

La escritora Alejandra Zina, discípula del Monstruo, presentó ayer la novela de Juan Manuel Candal, Mundo porno, que hace poquito editó Interzona. En su texto de presentación le dedica unas líneas a Alberto Laiseca, su Manual Sadomasoporno y su gusto por las piruetas sexuales en VHS.


"Antes de abrir el libro de Juan Manuel, quise acordarme qué cosas había visto o leído sobre el mundo del porno. Enseguida me vino a la cabeza Boogie Nigths, esa película tan hermosa y tan amarga de Paul Thomas Anderson, que cuenta el ascenso y la caída de varias estrellas porno de los años 70 y 80. Un mundo de hombres y mujeres a la deriva, salidos de la escuela secundaria o de la cárcel, que intercambian fluidos y gastan fortunas en cocaína, autos y tiendas. Una gran familia de corazones rotos. También me acordé de mi maestro, Alberto Laiseca, quizás el único escritor argentino que declara públicamente su gusto por la pornografía, no solo como consumo sino también como materia prima de sus historias. En su taller nos acostumbramos a escucharlo hablar del tamaño de las tetas de tal o cual actriz o de la joyita que acababa de conseguirle su dealer de VHS. Hace unos años con unos amigos le publicamos el Manual Sadomasoporno, ahí Laiseca reparte lecciones para los amantes del género y para las almas enfermas de desamor. Porque el manual es también la confesión de un hombre abandonado.
Hace unos meses vi algunos capítulos de una miniserie local que supuestamente retrataba la industria del cine porno, y que pasó sin pena ni gloria. Lo siguiente fue Mundo porno de Juan Manuel Candal. Una novela que realmente disfruté mucho (valga la ambigüedad), que me hizo reír, que me provocó asco, que me paseó por estados de frescura y de melancolía, de rechazo y de compasión.
El autor anda diciendo por ahí que se trata de una crónica autobiográfica, que todo eso (¡y más!) le pasó de verdad. Yo no sé cuánto de cierto o cuánto de ficción hay en su novela, tampoco me interesa confirmarlo. Creo sí en el narrador, le creo tanto como le cree Azul, su novia. Y con eso me alcanza.
El Juan de la novela es un chico no tan chico, de clase media, que imaginamos tuvo la suerte de que su familia le pagara la cuota de la escuela de cine más cara de Buenos Aires, que tiene altas aspiraciones artísticas y un noviazgo que tambalea tanto como su economía. Su contacto con el cine porno es fruto de la desesperación. Ahí conoce a Marcelo Trotta, un villano amateur con quien aprende el ABC de la industria y sus más variadas miserias.
Me gusta el lenguaje de la novela: desinhibido, preciso, generoso en imágenes y diálogos. Sin ostentación, o con la ostentación propia de un género que nació para exhibirse.
El narrador podría pecar de loser o de canchero insoportable, por suerte no es ni lo uno ni lo otro. ¡Bien por Candal! Mientras lo leía me preguntaba cómo narrar ese mundo de lo explícito trascendiendo justamente lo explícito. Un mundo donde el sexo es desbordante y mecánico a la vez. Un mundo donde todo, absolutamente todo, es sexo. No sé cómo se narra ese mundo, sé cómo elige hacerlo Candal. Valiente para decir lo que se ve, valiente para insinuar lo que no se ve. Porque si bien Juan, el protagonista, tiene su grado de cinismo (que le sirve para permanecer en un ambiente áspero y sacarle provecho), nunca renuncia a la ternura, a la mirada del otro, a los códigos. Por eso al final puede jugar a ser el héroe de la historia, el caballero andante que viene a salvar a la damicela en apuros.
Como esa película en que la joven periodista rescata amorosamente al viejo músico country, borracho recuperado, y sueña con un futuro juntos. “Recoge tu loco corazón y dale otra oportunidad”, canta Jeff Bridges en su guitarra. Aunque después las cosas no salen como ellos esperaban. Y la joven periodista se va de su vida. Y el viejo músico se da cuenta que es hora de salvarse a sí mismo.
A nuestro Juan le va un poco mejor. Y aunque las cosas no salen como él esperaba, al final del viaje no está tan solo como al principio. Lo mismo que Mundo porno, hoy, acá, entre tantas manos que se lo quieren llevar. Lo que ya es mucho decir."

miércoles, 7 de noviembre de 2012

El ojo del fan
















A fines de octubre Alberto Laiseca estuvo en la Feria del Libro de Mendoza. Allí fue Christian Walther con su cámara y nos envió estas fotos.

Lai en una revista española

"Ya no tenemos lugar a donde retroceder"

Una entrevista a Alberto Laiseca realizada por Guillermo Naveira para la revista española El coloquio de los perros



 El humo dibuja innumerables formas, que se esparcen en el aire. La ceniza del cigarrillo se sostiene increíblemente, parece estar a punto de caer de unos dedos gigantes. La noche, a demás de estar fresca, lo encuentra con una mezcla de recuerdos y sabor a cerveza. Chop, la gatita que lo acompaña, comienza a olfatearme una pierna, para entrar en confianza. «A veces se pone inoportuna», dice con voz grave y seca. El monstruo, como lo conocen los que lo quieren, parece estar sereno y relajado. No es un mortal más, sin lugar a dudas es uno de los grandes baluartes de la literatura Argentina. Su turno para morir (1976), Aventuras de un novelista atonal (1982), los relatos de Matando enanos a garrotazos (1982), los extravagantes y delicados Poemas chinos (1987), La hija de Keops (1989), La mujer en la muralla (1990), el ensayo Por favor ¡plágienme! (1991), El jardín de las máquinas parlantes (1993) y su monumental saga de más de mil quinientas páginas titulada Los sorias, que ambiciona reflexionar sobre el poder absoluto y la posibilidad de transformarlo en algo más humanizado, figuran entre sus grandes obras. El hombre que está frente a mí es capaz de imaginar realidades delirantes, tan referenciales como majestuosas. Lo observo y me pregunto: ¿qué esconden esos ojos?, son como una puñalada terriblemente piadosa. Y ahí, justo cuando abre la boca, te das cuenta de todo. La desmesura de sus palabras te envuelven y comprendes que existe un antes y un después de Alberto Laiseca.

Entrevista completa aquí!