martes, 14 de junio de 2011

La Gaceta de Tucumán

"Internet es un invento del Príncipe de las Tinieblas"

Laiseca, uno de los más originales escritores de la literatura argentina y el autor de la novela más larga que haya publicado un narrador de nuestro país, advierte los riesgos de la "red de redes" sobre los niños pero destaca las posibilidades que ofrece la televisión. Ataca el prejuicio que afecta a los best sellers, rescata a Stephen King y afirma que a Borges le faltó vivir.
Por Martín Mazzuco, para LA GACETA - TUCUMAN.

Cuando uno se topa con una imagen de Alberto Laiseca, piensa que ese hombre de figura imponente y bigote protagonista: debe ser un pescador de salmones en un fiordo noruego, que lucha contra bravos mares y gélidos vientos; o un escritor. Y uno no se equivoca, porque Alberto Laiseca es lo segundo. Y en el sentido estricto del término: es un escritor, un narrador, un hombre que batalla con las palabras y la sintaxis hasta crear un mundo que, por lejos, es de los más originales en la literatura argentina. Ya sabemos que la originalidad no es un mérito en sí misma, pero en el caso de Laiseca, cubre como una mantilla celosa tanto la genialidad como el trabajo, que sí son encomiables. Pactamos una entrevista telefónica. Va a realizarse durante tres noches. No serán tantas como las de Sherezade en Oriente, pero tendrán también su encanto. Yo preguntaré desde la noche en Tucumán, y él me responderá desde su departamento en Buenos Aires, con voz de megalito, de dragón pacífico. En medio de ambos, su obra y sus ideas. Entre otras cosas, hablaremos de Los Sorias. Para quien no esté al tanto, es su obra maestra: un monumento de 1.500 páginas que tardó varios años en publicarse. Una novela que recorre los temas típicos de la literatura, pero bajo formas tan propias, que demuestra al lector una cosa: no sólo es el contenido; en la forma está también la belleza. En la iglesia del barrio se adora a Cristo, como en la Catedral de Chartres, pero no podemos negar que la segunda tiene una belleza inalcanzable para la primera. Con Los Sorias pasa lo mismo: ya hemos leído sobre el poder, el amor, la humanidad, pero nunca en estos moldes. Nota completa aquí.

lunes, 13 de junio de 2011

Laiseca, el hermano delirante de Borges



En la selva de los gerundios

Oportuna, una edición de los Cuentos completos de Alberto Laiseca no sólo pone al alcance de nuevos lectores una obra que viene proliferando por el mundo subterráneo de la literatura argentina, sino que permite ver en perspectiva la coherencia de su desarrollo. El hermano más delirante de Borges empezó un largo camino con Matando enanos a garrotazos, camino que se volvió laberinto, pasadizo y selva de palabras.


Por Damian Huergo

El primer libro de cuentos de Alberto Laiseca, Matando enanos a garrotazos, publicado en 1982, arranca con un nota de autor que recomienda a los lectores “tomad un hierro (un garrote de fresno, un trinchante o cualquier otra cosa), y penetrad alegremente en las selvas de estos trece cuentos”. Por azar o por un acierto de edición, la misma nota sirve de preámbulo para los Cuentos Completos que acaba de publicar Simurg. Sin embargo, a poco de andar, el lector presiente que la nombrada selva apenas es el árbol que cubre más de seiscientas páginas de flora y fauna salvajes. Y, por lo tanto, atisba que para avanzar en esa jungla –donde, entre muchos otros personajes, acechan un bey que emparedó vivas a sus amantes, una gorda suicida que busca asesino sádico por Internet y demonios con múltiples máscaras humanas– deberá procurarse de un armamento mayor al indicado; o, en el mejor de los casos, tan sólo de un cómodo sillón, buena luz y tiempo para darse un viaje –ya sea lisérgico o como espacio temporal– por el planeta Laiseca.

En uno de los relatos compilados en este volumen, dos escritores crotos debaten sobre el título que uno de ellos le pondrá a su primer volumen de cuentos. Luego de varias posibilidades donde se burlan y celebran –por igual– a gran parte de la literatura y el cine occidental del siglo XX, ambos acuerdan en llamarlo Matando enanos a garrotazos. La escena hace hincapié en la redondez del título del primer libro de cuentos de Laiseca. Allí, en la sintaxis que forman sólo cuatro palabras, como si fuese una píldora que condensa una decena de propiedades, pueden rastrearse las claves de su literatura: uso de gerundios, argumentos absurdos, una moral que desborda el cinto de la norma y el sembradío de pistas falsas que no contribuyen, en el sentido clásico, a la historia que se está contando. Tal como sucede en su primer libro, donde desfilan viejas vejadas, milicos torturadores, crotos dandies, pero –pese al título– ningún enano, ni duro en el jardín ni con la cabeza abollada a garrotazos.

Su siguiente libro de cuentos, Gracias Chanchúbelo, fue publicado en el 2000, luego de que hubiera pasado mucha agua y muchas páginas (en ese lapso publicó, por ejemplo, la monumental novela Los Sorias) bajo el puente. A pesar del tiempo transcurrido, entre ambos libros hay más continuidades que rupturas. Por ejemplo, la postura misógina iniciada en el políticamente incorrecto “El Checoslovaco”, donde el protagonista quiere matar a su mujer utilizando todos los artilugios de la violencia simbólica, es retomada en “Jack el Olvidador” por el –supuesto– asesino serial que atemoriza y desespera a las mujeres apretando sólo el gatillo de la indiferencia. En estos cuentos, al igual que en los que integran la Trilogía misógina, Laiseca entra en el terreno delicado y susceptible de la feminidad. Lo hace con un tono chistoso e hilarante que, como si fuese su caballo de Troya, le sirve para introducir en el seno del campo literario bien pensante ideas macabras, como que ciertas mujeres prefieren ser descuartizadas a ignoradas, o gags cínicos a lo Groucho Marx del estilo “ella había perdido su silueta. Encontró otra, pero más gorda”.
La literatura de Laiseca parece utilizar los moldes vacíos que dejó la extinción de Borges y los rellena a su antojo, como si fuese un hermano maldito que disfruta al burlarse de su semejante. La similitud se percibe en la estructura de los cuentos largos de En sueños he llorado, su tercer libro del género, y en el modo en que –ambos– inventan personajes de historias apócrifas, paralelas a la Historia con mayúscula. La diferencia está en el uso de los saberes enciclopédicos de cada uno. Allí donde Borges utiliza sus conocimientos literarios y filosóficos, Laiseca agrega teorías científicas, arqueología egipcia, magia negra, óperas de Wagner, cuentos de terror, cine porno sadomasoquista y delirio paranoico a granel. A la vez, otra diferencia se percibe en cómo conciben la organización del mundo. Si en la literatura de Borges es por medio de fuerzas cósmicas y ocultas, en la obra de Laiseca esos poderes salen de la sombra y exhiben sus artimañas tortuosas y complejas, tal como sucede en el magnifico “El poeta Charán” o en “La serpiente Kundalini”.

Cuentos Completos incluye el resto de la producción cuentística de Laiseca, desde “Mi Mujer”, publicado en el diario La Opinión en 1971, hasta el flamante “La verdadera historia de la Mujer de Blanco”, pasando por un puñado de inéditos y otros cedidos a diferentes antologías. Leídos en conjunto resalta el eje temático formado por el triángulo mujer-amor–dinero, como si fuesen elementos contaminantes que al relacionarlos borran todo atisbo de pureza posible. El tema es una constante en sus cuentos iniciales, como “Fábula del pobre y la bolsa”, y en recientes como “Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo”, llevado al cine por los directores Cohn y Duprat.

Otra de las obsesiones del creador del realismo delirante es el desvelo de los escritores por lograr la obra magna. Como en su novela Aventuras de un novelista atonal vuelve al tema en los cuentos “Los Santos” y en “Gracias Chanchúbelo”, donde a un joven escritor se le cumple el deseo de escribir su obra máxima a costa de pagar el precio de que “nadie pueda leerla ni saber que exista”, como si fuese una metáfora de lo que le costó al mismo Laiseca publicar Los Sorias, su mítica novela de más de mil trescientas páginas.

Los cuentos de Laiseca están comunicados por túneles y calles oscuras con el resto de sus novelas y poemas. Los personajes saltan con naturalidad de un formato a otro como si estuviesen habitando las habitaciones de una misma casa. Cuentos Completos, al igual que la mansión donde se desarrolla el genial “El cuarto tapiado”, tiene pasadizos secretos y selváticos que llevaran al lector por distintos siglos y estilos. Se recomienda que vaya atento pero despreocupado. Y se le desea, como alienta la nota que inaugura el libro: ¡buena caza!

RADAR Libros, domingo 12 de junio de 2011.

martes, 7 de junio de 2011

En el suplemento Cultura, de Perfil, este domingo

"Yo delirio pero con realismo"
El autor de la novela más larga de la literatura argentina (Los Sorias) acaba de publicar sus Cuentos completos, que incluye quince textos inéditos. En esta entrevista habla de su vida, de la creación literaria, y de la influencia social de la literatura.

Por Fernando Molle


La morada del narrador. Por estos días, el escritor está buscando un nuevo departamento donde mudarse junto a sus dos perros, dos gatos y su particular biblioteca, cuyos volúmenes están todos forrados de la misma manera.

Desde sus dos metros de altura, Alberto Laiseca se inclina, saluda y hace pasar a una pequeña y no muy luminosa planta baja, con un patio en donde dos perros akita están echados con impasibilidad oriental. Gran biblioteca de libros forrados junto a la cama, donde dos gatas –madre e hija– sueñan ronroneando indiferentes al cronista. Una mesa grande, sobre la que se levanta una montaña literal de papeles donde cuesta apoyar el grabador. Se acaban de editar (en Simurg) sus Cuentos completos, que incluye los libros Matando enanos a garrotazos, Gracias Chanchúbelo y En sueños he llorado. Un aluvión cuentístico que cumple cuarenta años de vida, inaugurado con Mi mujer (publicado en La Opinión en 1971), y con la yapa de quince inéditos, algunos terminados este año. Al origen de esta voluntad de contar hay que rastrearlo en Camilo Aldao, el pueblo de Córdoba en donde Laiseca vivió sus primeros años. Una vida pueblerina desbordante de historias que complicaban el sueño. Laiseca dixit: “Yo me escapaba por las noches a lo de unas viejitas que vivían muy cerca. Y estas viejitas contaban cosas espantosas que según ellas eran verídicas. Que la luz mala, que el chancho sin cabeza. Y uno creía todas esas historias y se cagaba de miedo. Fue mi primer contacto con el terror”. Su padre no sólo le prohibía esos encuentros: también le escamoteaba los libros de Edgar Allan Poe, la otra gran revelación para el impresionable Alberto. “A mí nunca me asustó Poe; sí me fascinó siempre. Ha sido mi maestro. Nota completa aquí!