El domingo, a la hora en que suelen acecharnos los fantasmas propios, los amigos del terror eligieron juntarse alrededor del Conde Láisek para oír sus historias de fantasmas ajenos.
El gigante contador de cuentos hizo su entrada bajo la lluvia de "aleteos de murciélago" propuesta por Juan Guinot, el vampírico presentador de la noche que no tendría punzantes colmillos a la vista, pero vaya que intimidaba con su pálida delgadez, sus ojos desorbitados y su enorme capa comprada a esos saqueadores de tumbas que solo él sabe.
Entre cervezas y picadas una treintena de víctimas siguió atentamente los relatos escabrosos que se abrieron paso por la cortina de bigotes del gran monstruo.
"El gato negro", de Poe, saltó desde los cortinados del escenario, vagó entre las mesas observando a los presentes con su único ojo rojo (vendrá del más allá, pero sigue siendo curioso como cualquier minino) y se posó en la falda de Láisek buscando una caricia de su manaza.
Y también agarrado de su manaza, Conradín, el pequeño huérfano del relato de Saki, logró deshacerse de su malévola prima y tutora invocando a "Sredni Vashtar". Dos grandes historias de dos grandes autores.
La sed de sangre de los presentes bien podría haberse saciado ahí. Pero era necesario llenar nuevas copas para seguir brindando. Así que el generoso Conde, amigo de los excesos, obsequió a sus acólitos con dos historias de la saga del Vintén: un perro mágico originario del Uruguay que tiene un amo que siempre se mete en problemas con criaturas del inframundo. Un encontronazo con la mismísima Luz Mala y el amorío con una chica muerta fueron las dos aventuras que sirvieron de presentación al Vintén. Esperamos que además de ser mágico este perro tenga buen olfato y no le pierda el rastro al Conde Láisek cuando regrese, en agosto, al Centro Cultural ZAS.
El gigante contador de cuentos hizo su entrada bajo la lluvia de "aleteos de murciélago" propuesta por Juan Guinot, el vampírico presentador de la noche que no tendría punzantes colmillos a la vista, pero vaya que intimidaba con su pálida delgadez, sus ojos desorbitados y su enorme capa comprada a esos saqueadores de tumbas que solo él sabe.
Entre cervezas y picadas una treintena de víctimas siguió atentamente los relatos escabrosos que se abrieron paso por la cortina de bigotes del gran monstruo.
"El gato negro", de Poe, saltó desde los cortinados del escenario, vagó entre las mesas observando a los presentes con su único ojo rojo (vendrá del más allá, pero sigue siendo curioso como cualquier minino) y se posó en la falda de Láisek buscando una caricia de su manaza.
Y también agarrado de su manaza, Conradín, el pequeño huérfano del relato de Saki, logró deshacerse de su malévola prima y tutora invocando a "Sredni Vashtar". Dos grandes historias de dos grandes autores.
La sed de sangre de los presentes bien podría haberse saciado ahí. Pero era necesario llenar nuevas copas para seguir brindando. Así que el generoso Conde, amigo de los excesos, obsequió a sus acólitos con dos historias de la saga del Vintén: un perro mágico originario del Uruguay que tiene un amo que siempre se mete en problemas con criaturas del inframundo. Un encontronazo con la mismísima Luz Mala y el amorío con una chica muerta fueron las dos aventuras que sirvieron de presentación al Vintén. Esperamos que además de ser mágico este perro tenga buen olfato y no le pierda el rastro al Conde Láisek cuando regrese, en agosto, al Centro Cultural ZAS.
Próximas funciones
Domingo 10 y 17 de agosto
20.30, CCZAS [Moreno 2320]
Entrada $10