La tardecita estaba ideal: gris y con lluvias intermitentes que empañaban el techo de vidrio de Eterna Cadencia. Ideal para que alguien te cuente un cuento. Ideal para una ronda de relatos de terror en la voz y el cuerpo del Conde tremendo. Habrá sido por eso que en la sala no entraba un alfiler y unos cuantos se quedaron afuera.
Sombrío, Láisek arrancó con "Amargo final", de Eric Frank Russel. Histriónico, con cambios de voces y gestos para cada personaje, siguió con "Algo repelente", de William Nollan. En el medio del relato se cortó la luz (sí, en Palermo Hollywood también hay crisis energética!), luego de parpadeos amenazantes que apagaban y encendían las numerosas arañas del bar. Nadie se quejó, al contrario: nunca un corte de luz fue aceptado de tan buen grado porque qué mejor que terminar el día bajo las sombras de un crepúsculo lluvioso oyendo historias espantosas? Cerró con "El pequeño Johgny", del Teniente Coronel Oscar Estes y, acordes con el parte meteorológico, los espectadores despidieron al Conde con una lluvia de aplausos.
Revista ADN/Sábado 23 de febrero
Gritos y susurros
De qué habla la gente de la cultura cuando casi nadie la escucha
Laiseca y sus personajes