jueves, 8 de enero de 2009

La Patagonia lee el Manual Sadomasoporno

Reseña de Hernán Bergara

Para Diario Jornada, Suplemento Tela de rayón, 02/01/2009

Las maletas de doble fondo servían (el pretérito arriesga su obsolescencia) para traficar elementos que pudieran ser problemáticos en las aduanas poco permisivas: armas, drogas, dinero no declarado. El objeto es tan espectacular como falto de sutileza. La policía ya lo sabe todo sobre maletas de doble fondo. Basta con rasgarlas y ahí está lo que se pretendía esconder, expuesto a los ojos de cualquiera.
Prácticamente toda la obra narrativa de Alberto Laiseca guarda relación con estas maletas. Incansablemente, trafica siempre otra cosa, siempre distinta de la que hace pasar por las aduanas negligentes. Ocurre, sin embargo, que Laiseca no sitúa al lector como inspector de aduana, sino como cómplice de su contrabando: ya sabe que ya sabemos que su maleta es de doble fondo. Manual sadomasoporno no dista en ese gesto del resto de la obra de Laiseca: esconde intencionalmente mal, por ejemplo, ocho páginas centrales que nada tienen que ver con lo sádico, lo masoquista y lo pornográfico; en efecto, esas páginas del centro del Manual argumentan aspectos acerca de temas como física, matemática, arqueología y economía. El texto incluye apartados didácticos e ilustrativos sobre lo sadomasoporno, pero también filtra cuentos breves, teorías acerca de la relación de poder entre el rol de sádico y el de masoquista y una especie de (valga la redundancia) antropología fetichista. La primera página del libro simula ser un índice, pero no: es un breviario numerado de mandamientos sadomasopornos. El Manual se aloja en lo múltiple y simultáneo: su propio título, con complejidad de ideograma chino, condensa tres conceptos en una sola palabra.
La poética de un doble fondo manifiesto, explicitado, además de la hipérbole, conforma precisamente el tono de las obras de Alberto Laiseca. Esa es su lengua, no un recurso. Pero ese evidente doble fondo, esa hipérbole constitutiva, sirven para hacer pasar a su vez otras cosas, mucho menos expuestas.
Recién aquí, la literatura de Laiseca empieza a delinear su pasmosa identidad. En esta dimensión comienza su literatura y la sutileza que la habita: el Manual sadomasoporno es un texto que va siendo escrito contra sí mismo, que socava sus propios presupuestos. Da un paso hacia delante en sus consideraciones sobre el dominio del cuerpo de la masoquista para postular, seguidamente, al sádico como víctima real; realiza un inventario detallado y experto sobre las técnicas y adminículos necesarios para humillar física y psicológicamente a la masoquista pero todo se derrumba con apartados casi naïf como el titulado “Cómo conseguir novia pa´ siempre”. En una superposición sólo posible en el delirio, Laiseca se mueve entre la ingenuidad más tierna y una quirúrgica impiedad. Y entonces, inesperadamente, se pasa de la comicidad desmesurada constitutiva de Laiseca al registro de la soledad y de la pequeñez. El carnaval cómico de la yuxtaposición de voces que se advierte incluso en la tipografía del Manual empieza a convertirse en un coro trágico. Esto ya no es una tragicomedia: es una comitragedia.
Cuando la desmesura se sigue a sí misma, cuando se persigue hasta las últimas consecuencias, todo cambio en la emotividad de un texto cobra, concretamente, casi de inmediato, la violencia que quería Roberto Arlt. La del cross a la mandíbula. Por eso, cuando el Manual se interrumpe y se quiebra, como el acusado acorralado en un juicio, empieza otro texto y un nuevo Laiseca: una autobiografía, una confesión. Por eso también, y desde el rincón textual más inesperado, toda una línea vertebradora del Manual escenifica la melancolía de quien lo enuncia, empalmando con aquella hipótesis según la cual el sádico es, en realidad, la víctima. El Manual deja su tono de manual y expone progresivamente el devenir de un sujeto abandonado que patalea en soledad, imaginando impotente, vencido, que domina el cuerpo de la mujer. Porque Manual sadomasoporno es una gran historia de desamor. El tango llevado a su expresión máxima de cinismo y desolación. Un Sade y un Poe por fin sin consuelo. Es el humor más tiempo: tragedia.
Alberto Laiseca nos proporciona además, aquí, una verdadera lección sobre los virajes estilísticos en la obra de un escritor: en el transcurso de la elaboración de sus obras, algunos autores comienzan a repetirse; otros se simplifican hasta reducirse a máximas o fórmulas; hay quienes incurren en terrenos hostiles para sus hábitos de escritura y se empantanan en los derroteros de su ambición. Pero Laiseca toma una determinación conmovedora y radical: se retira, en forma inusitada y quizá excepcional, de la hipérbole que le ha aportado a la literatura argentina. Renuncia a su propio sello y nace un Laiseca nuevo, a la vez distinto e igual a sí.
El resultado es Manual sadomasoporno, acaso la novela más honda y triste que se haya escrito entre nuestros libros.