sábado, 12 de diciembre de 2009

Esta noche sale el Monstruo

Hoy, en el marco de La noche de las librerías, Laiseca participará, junto a Hugo Padeletti, de la mesa "La poesía y la narrativa, en diálogo".
A las 23.00 en la librería Hernández. Entrada gratis.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Laiseca en la Feria del Libro de Aguascalientes (México)



Monstruo en un alto de la Feria




Presentando "Manual Sadomasoporno", editado por Carne Argentina




En la charla "Los caminos de la literatura latinoamericana"




Fonseca, Casar, Aira, Sicilia y Laiseca




J. Grijalva y Laiseca

lunes, 9 de noviembre de 2009

Estás nominado!


ALBERTO LAISECA ha sido nominado para los premios Clarín Espectáculos 2009 en dos categorías: REVELACIÓN MASCULINA y MEJOR ACTOR por su actuación en la película "El artista".

Fanáticos, crucen los dedos.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Muestra Libros en Olavarría


DIARIO EL POPULAR, 5 de septiembre de 2009

Se presentó el Segundo Subsuelo, suplemento cultural de EL POPULAR Medios
Se inauguró la Muestra Libros en Olavarría
El escritor Alberto Laiseca fue la presencia destacada de la primera jornada de la tradicional muestra. Hubo un homenaje a Vicente Martín y se presentó el Segundo Subsuelo.
Ayer a las 19 dio comienzo la Muestra Libros en Olavarría. El acto inaugural consistió en un homenaje al escritor local Vicente Martín y contó con la presencia del intendente José Eseverri acompañado por el secretario de Cultura Eduardo Rodríguez. La sala estaba atestada y fue de una emoción a otra cuando en ciertos pasajes de las múltiples muestras de afecto se lo reconocía antes que un buen escritor una buena persona. Algunos pudieron recordar cómo fue que conocieron a Vicente Martín y la sensación que sus textos les causaron como lectores. Entre ellos estuvo Beto Ortiz, también escritor local. Luego de la lectura de algunos pasajes de su obra concluyó con un reconocimiento que le fue entregado por el Intendente y con un sentido aplauso de una sala repleta de amigos.Después le llegó el turno al lanzamiento del suplemento cultural del EL POPULAR Medios, Segundo Subsuelo. El andar cansino de Alberto Laiseca y sus casi dos metros de altura lo hacían sobresalir entre la gente que abandonaba la sala. Su presencia intimaba y casi nadie se le quiso acercar mucho. El camino entre las vitrinas que tenían ediciones del Quijote y cansado, luego de un viaje hasta nuestra ciudad de más de cuatro horas, se sentó en un banco. Mas allá se preparaba la mesa con las sillas que luego ocuparía el staff de Segundo Subsuelo junto con el escritor de la mítica novela "Los Sorias". A continuación Laiseca en persona caminó por el centro del salón del Honorable Concejo Deliberante y fue como si el Monitor, dictador de Tecnocracia, caminase entre sus súbditos que parten a la guerra. Todo se quedó en silencio y solo se escucharon los murmullos de los presentes. Bastantes asistentes para un autor de culto, alrededor de cuarenta personas, entre ellos se encontraban: En primera fila Eduardo Rodríguez, un poca atrás estuvo Aurora Alonso, directora de la revista literaria de Coopelectric y Daniel Fitte, autor de las tapas del suplemento, prefirió quedarse entre el público junto al artista plástico Benjamín Aitala.Mientras que la mesa fue ocupada por Alberto Sánchez Graf, Guillermo Del Zotto, en el centro Alberto Laiseca, a su lado Rodrigo Fernández e Ignacio Hurban. Guillermo Del Zotto comenzó agradeciendo al diario por el apoyo al proyecto del suplemento cultural y luego leyó un "Intramanifiesto" que es la columna vertebral del Segundo Subsuelo ya que en él se asientan las ideas y los conceptos a los que el suplemento apunta. El momento siguiente fue para presentar a los otros colaboradores que fueron comentando sus propias impresiones sobre el acto de escribir y la sensación de saberse leído. Cuando le llegó el turno a Alberto Laiseca habló sobre "el acto heroico de comenzar con un suplemento cultural" y continuó diciendo que Internet les hacia a los jóvenes un daño importantísimo porque los estaba dejando sin imaginación. También se refirió al momento de su infancia donde empezó sin querer a escribir "Los Sorias" y como "los libros, las historietas, la lectura y la imaginación me salvaron la vida". En el final Del Zotto le entregó un diploma por su presencia en la Muestra y Pacho Urban hizo lo mismo con él. Mientras la sala se vaciaba los fanáticos del autor perdieron el miedo y se acercaron a que les firmara sus libros. Laiseca firmó todo lo que le mostraron y contestó las preguntas con mucha tranquilidad.Afuera la noche tenía una luna llena que prologaba la narración de los cuentos de terror que Alberto Laiseca realizaría en el Circo de Poesía.Las actividades del fin de semanaEsta tarde la actividad de la Muestra Libros en Olavarría comenzará a las 17 con un homenaje a Mario Benedetti. A las 18, conferencia de Viviana Torres y exposición de Marisol Farana. A las 18.15, curso de filosofía del licenciado Eduardo Rodríguez. A las 18.30, disertación de Gloria Rodrigué. A las 19.30, conferencia de María Luisa Femenías y presentación del libro de Nilda Baliño. A las 20.30, espectáculo con Canela, quien será declarada Huésped de Honor.El domingo, a las 17, se presentarán producciones literarias por alumnos Escuela Nº 48 Paraje La Moderna. Macondo Creativa expondrá "Libros de artista" juntamente con alumnos Escuela Nº 40 de Espigas. A las 18, taller para niños de Rita Toniutti. A las 19, libro de Ana María de Benedictis. A las 20, presentación del libro de Anabela Loy y Daniel Vidart y muestra "Ellas al desnudo". A las 20.30, presentación de la novela ganadora del Premio Emecé "Lo que nosotras sabíamos" por su autora María Inés Krimer.
Laiseca y Rodrigo Fernández, su anfitrión en Olavarría



miércoles, 9 de septiembre de 2009

Tempestad y asalto

Revista Ñ, sábado 20 de junio de 2009

Tempestad y asalto
Angel Faretta
Sudamericana. 251 páginas.

Es ésta una extraña y bella novela. El autor, por momentos, utiliza un lenguaje de otro siglo. Ello es sin duda deliberado y no choca en absoluto. Al contrario: enriquece.
Parte de la acción transcurre a finales del siglo XVIII y se interna en los primeros años del XIX, faltando minutos para la Revolución de Mayo. Se ha dicho que los grandes imperios, generalmente, caen por no mirar. Se apoltronan y esta estupidez los destruye. Así pasó con estos virreinatos nuestros. La Corona española –si no entendí mal al autor de esta novela– hizo muy mal en disolver a la Sagrada Compañía (a los jesuitas) pues ella prestaba a España su vigilancia atenta.
Pero más allá de que lo arriba apuntado sea o no verdad, lo cierto es que la trama se va organizando alrededor de los partidarios de la Razón (o iluminados). Ellos, como los revolucionarios franceses en su momento, tienen sus propias ideas respecto a cómo debe ser la política y la organización social en estas tierras.
La novela se vuelve misteriosa (tanto como un cuento de Hoffmann) desde el momento en que aparece un ubicuo personaje (mago o charlatán, no sabemos) que pretende imponer a los hechos una impronta mágica. Este loco de verano es lo bastante chiflado como para intentar un acto de alquimia, con sacrificio humano y todo (así lo entendí), para ser él el “salvador” de todas las patrias posibles. La novela se interrumpe poco antes de la Revolución. De haber continuado, no caben dudas de que el “alquimista” hubiese atribuido el triunfo a sus afanes e industrias. La paranoia da para todo.
Pero los tejes y manejes del falso mago (o verdadero: desde el punto de vista narrativo da lo mismo) son deliciosos. Tiene la teoría delirante de que si, por algún medio, logramos “corregir” los sueños de las personas (a medida que el proceso onírico se está gestando) lograremos dominarlas. Para esto organiza grandes espectáculos públicos con enanos, fenómenos de la naturaleza, volatineros, etcétera. Como parte de la puesta en escena de la troup trashumante, de entre los volatineros y liliputienses sale un oso caminando en dos patas y armado con una espada. Se acerca a los espectadores y simula provocarlos a la pelea. “Pero nadie sentía miedo, sólo una helada emoción, casi un congelamiento tibio, como esos calores mórbidos que provocan –según dicen– en el trópico los dardos embebidos en curare”. El “curare” espiritual y ponzoñoso sería, en este caso, la supuesta magia de la efectista puesta. Adentro de ésta y de otras acciones parecidas, el taumaturgo pone magias poderosas y poco a poco así va dominando al Virreinato. Si el lector no está convencido de la factibilidad del sistema sepa que yo tampoco. Pero se trata de ficción, con personajes muy bien diseñados y, desde este punto de vista, hermosamente aceptables. Después de todo si alguien crease un libro con momias estranguladoras y muertos que caminan lo creeríamos todo siempre y cuando esté bien escrito.

Alberto Laiseca

viernes, 28 de agosto de 2009

Cuentos prologados por el Monstruo

Presentación del libro Cuentos sódicos, de Marcia Lo Feudo
Viernes 11 de septiembre, 19.00
Editorial Dunken [Ayacucho 357]
Entrada gratis
No tengo problemas en decir que estos son cuentos geniales, de una extraordinaria sensibilidad. Para mí es un honor prologarlos. Marcia Lo Feudo nos obliga al respeto como mujer y como artista.Cuando una escritora denuncia el machismo (actitud de muchos hombres que siempre detesté), yo, sin embargo, me pongo en guardia. No sea que caigamos en el feminismo, que es la otra cara de la misma moneda diabólica. Pero aquí no es así. Hay honestidad y dolor de mujer. Si alguien ha padecido el desamor debe decirlo y en esta forma. [...]

martes, 25 de agosto de 2009

Las vírgenes suicidas

Revista Ñ, sábado 8 de agosto de 2009

Mujeres sin hombres
Shahrnush Parsipur
Capital Intelectual. 125 páginas.

No vivir vidas naturales conduce a la soledad y a la locura. La importancia de ir virgen al matrimonio es un concepto que tienen muchos pueblos. En Argentina, por ejemplo, lo tuvimos muy arraigado en la clase media hasta la década del cincuenta inclusive. Se consideraba que la peor desilusión para un esposo era descubrir que su mujer ya había tenido relaciones con otro, aunque todo hubiese terminado largo tiempo atrás. Otro prejuicio: la obligación de casarse con una chica (aunque uno no la amase) por el solo hecho de haberla desflorado. Parsipur nos habla en su novela de la soledad de las mujeres al quedarse sin hombres. También se podría escribir un libro llamado “Hombres sin mujeres”, puesto que la tragedia nos toca a todos. En una obra de Mika Waltari el autor nos dice que a la princesa Baketamón “la virginidad se le había subido a la cabeza”. Lo mismo le pasa a una mujer de esta novela. Cuando la buscan con buenas intenciones ella rechaza indignada. Si su ex pretendiente se casa con otra se pone a llorar. De aquí al delirio completo hay un solo paso. “Mi virginidad es como un árbol”, dice ella. Piensa plantarse en la tierra y reproducir sus virginidades hasta que constituyan un verdadero bosque. Estamos ante un caso extremo de psicosis, pero las “simples” neurosis no son muy divertidas y también arruinan la vida. Vemos así que hombres y mujeres, con la excusa de la religión, la moral social o la diferencia de clase, estamos empecinados en arruinarnos mutuamente la vida. De manera constante, en el libro, irrumpe lo sobrenatural. Esto no cambia ni magnifica la tragedia. Sólo la vuelve alegoría. Ejemplo: una chica se suicida y luego resucita. Sin explicaciones. Tarda unos días en volver a casa y su hermano la mata por segunda vez por creer que la muy pícara ha cometido un desliz. El tema de la virginidad campea como un leit motiv a lo largo de toda la novela. Ella resucita nuevamente e intenta formar una alianza con otras mujeres contra los hermanos que matan hermanas. En estos países es bien visto que una joven desflorada (fuera del matrimonio) sea asesinada a golpes por la familia. La chica se venga de su hermano pero ni resurrecciones ni sobrenaturalezas la salvan de sufrir, a manos de los hombres, las mismas humillaciones que cualquier mujer común. Por momentos la ideología de la autora es confusa. La virgen loca que deseaba ser árbol finalmente lo consigue: se planta en la tierra y echa raíces. Con el tiempo la leche de una ex prostituta embarazada la transforma en millones de semillas que se dispersan por el mundo. Podríamos interpretarlo (distraídamente) como que el “virus” de la virginidad innecesaria (la locura) se propaga. Pero no es así. La dispersión de las semillas implica una forma de redención. Leí este pasaje muchas veces pero no pude desentrañarle el sentido. ¿La Madre Tierra redime? Puede ser. Pero está mal explicado. El desentendimiento entre esposos, por otra parte, es constante. Durante más de treinta años un hombre, con sus ironías, le ha hecho la vida imposible a su media naranja. Cuando por fin se decide a decirle cuánto la ama ella cree que se propone a asesinarla y reacciona violentamente. Vemos que la estupidez de tratar a la propia mujer como si fuese un enemigo termina con toda salida, con toda luz. Transpuesto cierto límite ya está todo perdido aunque haya auténtica constricción y deseo de cambiar.

Alberto Laiseca

domingo, 19 de julio de 2009

El susto hace crecer


La narración oral es la forma más antigua del arte. Cuando aún no se había inventado la escritura, nuestros antepasados, mientras comían reunidos alrededor del fuego, escuchaban a un inventor de cuentos. Si yo les dijese a ustedes, personas contemporáneas: “Hoy, mientras venía para aquí, encontré al sapo más grande del mundo. Creo que medía entre cuatro y cinco metros de alto. Una bruja me atacó furiosa porque yo estaba molestando a su sapo. A duras penas pude escapar”. Ustedes sonreirían. Pero no nuestros antepasados. Se creían todo pues en esa época abundaba la ignorancia y la credulidad. Eran oyentes ideales. Ya quisiera uno tenerlos hoy. Se parecían muchísimo a los niños. El mundo era muy duro en aquella época y esa circunstancia hacía que la gente estuviese más que dispuesta a creer en toda clase de maravillas adversas. Pero si los monstruos estaban ahí afuera y te podían comer en un segundo.
Ahí en Camilo Aldao, mi pueblo, yo fui un niño soviético, sometido a la dictadura paterna. Mi única salida era la imaginación. Me escapaba todas las noches para ir a lo de unas viejitas vecinas que contaban historias espantosas. Según ellas no eran invenciones: “Esto es todo verídico”, decían. La luz mala, el Chupador de Sangre, el Cangrejo de Catorce Patas. “Al Dr. Fulano lo enterraron vivo. Se supo porque cuando lo desenterraron para reducción vieron que estaba todo arañado y dado vuelta”. Papá me había prohibido terminantemente estas salidas, porque decía que después yo no podía dormir. Tenía razón. Pero este era el precio que había que pagar. Podemos considerar al susto como el indispensable tratamiento de shock que te ayuda para que empieces a imaginar. En el siglo XIX todas las historias para niños eran espantosas: a los pibes les serruchaban las piernas para que fuesen juiciosos y estudiaran el piano, o los metían en grandes hornos para asarlos como si fueren lechónidas. Pinocho mismo, de Carlo Collodi, es un libro violento. El muñeco mata de un mazazo al grillo parlante (lloré como una magdalena) y él no se salva de que lo quieran transformar en burro para venderlo. Las ilustraciones de este libro me hacían morir de miedo. La persecución nocturna de Pinocho (todo en blanco y negro), por parte de los dos ladrones (en realidad el Zorro y el Gato, disfrazados con bolsas de arpillera) no tenía para mí nada gracioso: unos bultos enormes y oscuros, de ojos brillantes, que perseguían al muñeco con intenciones de ahorcarle de la rama de una encina.
Yo estoy a favor de estos cuentos decimonónicos pues su objetivo era enseñarles a los niños que los monstruos son una realidad, de modo que pueden defenderse en el futuro cuando sean grandes. ¿No existen acaso los violadores, los asesinos seriales y otra gente encantadora?
Papá también me había prohibido leer a Edgar Allan Poe, de modo que lo frecuenté a escondidas. Los primeros cuentos que conocí de este autor fueron El caso del señor Valdemar, El barril de amontillado y El gato negro. Confieso que no me asustaron, pero en este último la crueldad del personaje para con sus mascotas y particularmente para con el gato me hizo llorar. ¿Cómo podía ser tan cruel al pedo?
Pero mi horror más espantoso era el Monstruo que Vivía Debajo de la Cama. No podía imaginarle forma alguna. No tenía dientes afilados, no babas ni tentáculos. Era in abstractum. Para colmo la casa de Camilo era de planta baja y primer piso y yo dormía arriba. Para acceder a la parte superior era preciso ascender por una escalera de piedra en hélice, la mayor parte de ella envuelta en las más espesas tinieblas pues mi viejo no había hecho poner allí ni una luz. Cuando me mandaban a dormir yo subía hasta el borde que separaba la luz de las sombras. Allí juntaba coraje para enfrentar el espanto que seguía: subir a la disparada hasta el hall superior y encender la luz. Pero los terrores no habían hecho sino empezar. Luego venía la parte de llegar a mi cuarto, pasar mi manito por detrás del ropero y prender el foco. Cualquier con dos dedos de frente sabe que detrás del ropero en sombras acecha el HORRIBLE-BASTATOSO (espan). ¿Ya nos salvamos? No. En absoluto. Ahora hay que prender el velador y retroceder para apagar la luz del hall y la general del cuarto, introduciendo la manito nuevamente detrás del ropero. Ya acostado leía todo lo que podía. Me estaba muriendo de sueño pero no me animaba a apagar la luz del velador, porque bien sabía yo que en esos segundos en que demorase en meter mi bracito adentro de las mantas el Monstruo que Vivía Debajo de la Cama te ¡Aaaarfff! A que te pome. A que te toca. A que te mata pa´ siempre. Toda mi infancia fue así. Tardé décadas en comprender que el Monstruo que Vivía Debajo de la Cama era mi propio padre. Por eso permanecía in abstractum: no me atrevía a darle forma porque eso hubiera equivalido a reconocer que mi enemigo era mi viejo. Plato demasiado fuerte para un niño.
De todas maneras a mi anciano viejecillo tengo que agradecerle por lo menos dos cosas: que me haya iniciado en la lectura es una. Por él conocí mi primera versión de El fantasma de la Ópera de Gastón Leroux, y también el gusto por la música. En casa se escuchaba mucha música clásica. Confieso que al principio no la entendía. Para mí era impenetrable. Se lo dije a papá y éste me contestó: “Y bueno, Alberto, serás un idiota musical”. Cosa curiosa esta frase terrible me hizo bien. Claro está que yo no quería ser idiota en nada. Y una tarde (era casi de noche) en que mi padre estaba escuchando un vigoroso pasaje de Rachmaninoff comprendí. Empecé a seguir la música y me puse tan violento como ella. Empecé a chocar sillas y sillones, a rebotar contra las paredes, etcétera. Estaba eufórico. ¡No era un idiota musical! No necesito decir que mi padre lo tomó como un ataque de locura y me cagó a pedos. Pero el bien ya estaba hecho.
Tal vez a alguien le extrañe que, amando el terror como lo amo, casi no tenga obras por el estilo. Es que yo soy demasiado delirante y escandaloso. Me lleno de buenos propósitos pero después va y me sale otra cosa. El único cuento de espanto que escribí es Perdón por ser médico, de mi libro En sueños he llorado. Otro, de la misma obra, es El cuarto tapiado. Este último es de terror sólo en parte. Cuentos para niños y de terror tienen lineamientos muy precisos. Cualquier desviación y el miedo (o si no el acercamiento a la infancia) se destruye. Supongamos que yo me propongo ser muy remalísimo (como decía mi hija cuando era chica). Naturalmente voy a escribir El castillo de las secuestraditas. Ya estoy puesto en el papel de ogro poseedor de húmedas ergástulas. Secuestro, en efecto, a esas pobres chicas. Pero termino atándolas desnudas a camitas confortables, donde las acaricio con plumitas en axilas y pezones. Esto no asusta a nadie, ni siquiera a las supuestas víctimas. El terror se ha transformado en una pincelada sadomasoporno. Miren en qué termino siempre. Tengo otra cabeza, eso es evidente. En algún lugar una pena, porque para mí el terror no es solamente pasatismo o entretenimiento. Es escuela de imaginación y, por otra parte, desata los miedos más oscuros que tenemos dentro. Todos esos monstruos, si no existen o han existido pueden llegar a existir. Basta echar un vistazo a la sociedad actual. Y atención: creo que lo peor aún no ocurrió. Y lo digo después de los nazis y del stalinismo. Siempre hay gente encantadora esperando por su parte. Es más fácil que ocurra lo malo que lo bueno, y de esto da cuenta el género de terror. Nos gusta verlo escrito en la esperanza de que no suceda.
Hay un genio entre nosotros que, sin embargo, nunca va a ganar el premio Nobel. Stephen King. Se lo considera un escritor menor. Los escritores profesionales lo miran por arriba del hombro. Hace muchos años (aún no lo conocíamos a King) yo intenté defender a Henry Rider Haggard (Ella, Ayesha, Las minas del rey Salomón). Los “profesionales” me taparon la boca con un “eso no se lee”. Así. Pese a que Oscar Wilde, en uno de sus ensayos, dijo que Haggard era un genio. Algo parecido ocurre ahora con Stephen King. Antes de leer El resplandor yo pensaba que el trillado tema de las casas encantadas estaba agotado. Entonces vino King, con su novela, y me probó que me equivocaba. Ese hotel espectral, lleno de fantasmas, es una maravilla originalísima. Las fuerzas maléficas van penetrando al personaje principal hasta transformarlo en uno de ellos. A King no le gustó la adaptación cinematográfica de Kubrick. No sé bien por qué. Yo amo ambas obras y las considero complementarias.
En La danza de la muerte, del mismo autor, hay una escena memorable. Debido a una peste ha muerto la mayor parte de la humanidad. Un loco, potenciado por el demonio, entra a una base nuclear norteamericana. Está intacta pero vacía, puesto que todos sus soldados han muerto. El demente es un bruto, pero el diablo le da toda la información necesaria para que tenga acceso a los silos duros y robe una bomba de hidrógeno. El chiflado la sube a la superficie con un montacargas. Hace mucho frío y el tipo toca la helada superficie de la bomba. Las radiaciones lo están quemando pero a él le parece tocar hielo. En realidad yo hago una síntesis precaria de algo que King describe minuciosa y genialmente. Ahora bien, yo desafiaría a los “profesionales”, tan despreciativos ellos, a que demuestren ser capaces de escribir una sola página como ésta.
Stephen King ha sido un soplo fresco para la literatura. Qué casualidad: lo hizo con el terror, el género más difícil (juntamente con la literatura para chicos).
Durante tres años yo conté cuentos de terror para el canal I Sat. Mis cortos iban luego del horario de protección al menor. Hay muchos cuentos que al miedo unen el erotismo. Hubiese podido contarlos, pero me negué terminantemente. Yo sabía que muchos niños me veían después de hora, autorizados por sus padres. He tenido admiradores muy, muy chicos. Si llego a contar algo así como El ataque de las zombis desnudas (no existe: al título lo acabo de inventar) los papis no hubiesen permitido que sus hijos siguieran viendo mi programa. Y yo tenía particular interés en los niños. Ellos son nuestro futuro. Con el avance de la internet cada vez es menor la cantidad de chicos que leen. Yo tenía la esperanza de que, a través de este género tan atractivo para ellos, terminaran interesándose en la lectura. Si les gustó un cuento de Edgar Allan Poe, contado por mí, es probable que terminen por leer un libro con narraciones de Poe.
Hoy los escritores de cuentos para niños tratan de ser “amables”: nada de chicos abandonados en el bosque porque los mayores no tienen para alimentarlos; nada de padres ogros que obligan a sus hijas a calzar zuecos de hierro para “disciplinarlas”; nada de Hombre de la Bolsa que se lleva a los chicos para que sus nenas les coman los ojitos. Nada de nada. Pues esto me parece una tontería y un error. ¡Pero si lo que los niños quieren es asustarse! Lo que los niños quieren, en el fondo, es crecer. Tenían razón los autores del siglo XIX. Convendría repensar todo esto.

Alberto Laiseca

miércoles, 1 de julio de 2009

El Conde vuelve al ruedo!

Este jueves 2 de julio a las 19 horas en la librería Prometeo (Honduras 4912), Alberto Laiseca regresa con sus relatos de terror en vivo, en el marco de una serie de actividades organizadas por la SEA bajo el lema Leer despierta.
Entrada libre y gratuita.
El Conde los espera con los colmillos afilados, fanáticas víctimas!

miércoles, 24 de junio de 2009

Laiseca en la Revista Viva





Para leer la nota clickear sobre las imágenes.

sábado, 13 de junio de 2009

Un maestro ruso

Revista Ñ/ Sábado 6 de junio de 2009

RELATOS. Lev Tolstói.
Debolsillo. 617 páginas.
CORRESPONDENCIA. Lev Tolstói.
Acantilado. 854 páginas.

Hay quien no se interesa por la vida de los grandes escritores. Toman su obra y desechan todo lo demás. Esto, aparte de ser inhumano, es un grave error literario. Sabiendo de la vida de los genios (Tolstoi, Swift, Poe) aprehenderemos mejor su obra. Esto es particularmente cierto en el caso de León Tolstoi (Lev Tolstói). Era un viejo loco, sin duda, pero genial. En vida y obra abundan las improntas absurdas, vivientemente impracticables, pero muchas otras de grandeza y justicia. Es muy bueno comentar sus relatos y su correspondencia en una sola nota. Y por las razones que ya dijimos.
El primero y el segundo relato están en espejo (De las memorias del príncipe D. Nejliúdov. Lucerna y Albert). El tema es el mismo: el absoluto desprecio de los poderosos para con los desposeídos. Y no les importa que algunos de éstos puedan ser grandes artistas. Pobretones y basta, dirían ellos.
En un lujoso hotel suizo, un ricachón de pronto siente asco de sí mismo y de los demás. Comen y beben cosas carísimas, gozan de la serenidad espiritual del que está convencido de que ocupa con justísima razón un lugar de privilegio en el mundo. Aparece en la calle un cantante vestido con harapos. Todos lo escuchan, disfrutan de su música, pero cuando pasa la gorra nadie le da nada. Es más: se burlan de él. El personaje del principio, también un privilegiado (como dijimos), invita al cantante con champán. Lo lleva al majestuoso hotel, para provocar. Pero nada cambia, porque la gente no cambia. Hasta los camareros desprecian al dúo. Cuando ven que el rico se está enojando por su actitud, todos se agacha, joroba-inclinantes. Está bien: lo aceptamos a nivel capricho de un gran señor.
Tolstoi idealiza bastante a los pobres. Cómo se ve que nunca estuvo abajo. Ser peón de limpieza o trabajar en cuadrilla enseña mucho. También verse obligado a vivir en pensiones-conventillo o tener casa con piso de tierra en el barrio de las latas. Ahí hubiese visto la actitud invasora de los igualmente pobres a vos.
En estos relatos hay lores ingleses, señoras iracundas y riquísimas, pobres idealizados. Tolstoi es un gran diseñador de personajes. Ejemplo (y es sólo un ejemplo): tenemos una enferma incapaz de admitir la fatalidad. Le da gusto culpar a su marido por la sencilla razón de que es el que tiene más cerca.
A veces Tolstoi escribía miniaturas perfectas: “El abuelo se había vuelto viejo. Una vez estaba subiendo a la estufa y no lo conseguía. El nieto, que estaba en la isba, se rió. Qué vergüenza, nieto. Lo malo no es que el abuelo sea viejo y débil, sino que el nieto sea joven y estúpido”.
La mimbrera es un cuento notable. Es la única que sobrevive de la plantación que hizo un mujic. Esta mimbrera es una luchadora heroica, constantemente maltratada por los hombres. Por fin, cuando tiene ya muchos años unos niños le prenden fuego. Ahora, sí, por fin perece. Rato después un cuervo se posa sobre los restos y le dice algo como esto: Ya era hora de que estirases la pata. Nadie como Tolstoi para pintar la inhumanidad. Pero, por desgracia, con el paso de los años terminó pareciéndose bastante a lo que había combatido toda la vida. Se convirtió a un cristianismo acérrimo de su propia cosecha. Un cristiano me diría: ¡Pero eso es bueno! Claro, el problema es que aunque vestido con piel de cordero nunca abandonó sus malos modales aristocráticos. Cayó en contradicciones flagrantes. Por ejemplo: se volvió vegetariano, abandonó el tabaco y no probó nunca más una gota de alcohol. Pero sabemos por los Evangelios que Jesucristo tomaba cantidades moderadas de vino. ¿A qué conclusión debemos llegar: que Tolstoi era más cristiano que Cristo? Esto, por lo menos, es de una feroz arrogancia implícita. Con seguridad Tolstoi no se daba cuenta de ello.
Hay algo que yo he visto a lo largo de mi vida: más “puro” se vuelve un hombre, tanto más intolerante se torna. Aquí no hay otra ley que la mía porque yo soy el único dueño de la verdad. Otra de sus ideas: estaba en contra de la propiedad de la tierra. Podríamos pensar que deseaba la reforma agraria y repartir los latifundios entre los campesinos. Pero no era así. Por algo los soviéticos lo querían tanto: Era un precursor. ¡Uno de los nuestros! Más allá de que estos conceptos económicos sean buenos o malos voy al hecho de que Lev Tolstói siempre se movió en un mundo de excesos. Cuando era un gran señor se refocilaba con sus campesinas. Eso no le impidió decretar la libertad de sus siervos para todo su latifundio, antes de que el zar Alejandro II universalizase dicha libertad para toda Rusia.
Más allá de todo el respeto que Tolstoi me merece como escritor tengo que reconocer que estaba absolutamente loco. Para él Shakespeare era el peor escritor del mundo. Alguien, no sabemos quién, empezó a decir que Shakespeare era bueno y vino una generación tras otra repitiendo eso mismo como loros. Hamlet, por ejemplo, es un asco. El personaje está mal diseñado y se lo toma como ejemplo maestro de un hombre vacilante. Etcétera. Tampoco le gustaba Ibsen (el dramaturgo noruego): sus dramas “son fabulados, falsos y además están muy mal escritos en el sentido de que ninguno de los personajes es ni convincente ni consistente”. Ni hablemos de Wagner: “Anoche fui al teatro a oír la famosa música moderna de Wagner. Siegfried, una ópera. No pude aguantar ni el primer acto; salí a toda prisa, como un loco, y aún ahora no puedo hablar serenamente del asunto. Es un estúpido espectáculo de feria, no apto para niños mayores de siete años; es pretencioso, fingido, falso de principio a fin y carente de música”. Tampoco se salva Nietzsche: “El gran exégeta, el cantor de esta brutalización es Nietzsche, un ser medio demente, de una seguridad en sí mismo rayana en la locura, inconsistente, limitado pero diestro en el lenguaje”.
Lugar aparte merece la misoginia de Tolstoi. Las “testarudas mujeres”: “¿Qué puede ser más absurdo y más nocivo para las mujeres que estas discusiones sobre la igualdad de los sexos, e incluso sobre la superioridad de la mujer frente al hombre?” “... afirmar que la mujer tiene las mismas fuerzas espirituales que el hombre, afirmar sobre todo que la mujer puede guiarse por la razón del hombre, que puede confiar en la razón tanto como él, es exigir de la mujer aquello que no puede dar” (Carta a Alexandr Dunáiev). En su relato El diablo nos dice: “Durante el café, como de costumbre, se entabló una conversación típicamente femenina, que carecía de cualquier nexo lógico, aunque no dejaba de tener algún tipo de conexión, pues fluía sin interrupción”.
En una carta a Eugen Reichel afirma: “Cuando además el enfermo está completamente convencido de que todo lo sabe mejor que los demás, que puede y debe enseñarle a todo el mundo su sabiduría, los signos de la enfermedad mental ya son incuestionables”. ¿Y por casa cómo andamos?, le preguntaría yo.
En cuanto a la famosa polémica Tolstoi-Turgéniev (que casi termina en duelo) poco puedo decir teniendo en cuenta los confusos datos aportados. Me resulta imposible saber quién tenía razón (si es que alguien la tenía: supongo que no). Más bien los veo como a dos malhumorados rusos locos. En Rusia, si algo abundó siempre, es el extremo y la chifladura. Si se me preguntara cuáles son los dos pueblos más excéntricos del planeta contesto sin vacilar: los rusos y los japoneses (independientemente del amor que les tengo).
Quisiera que se me comprendiese: no todas las ideas sociales de Lev Tolstói eran malas: el respeto por los demás, la igualdad de oportunidades que debe brindar el Estado, el arte y los valores espirituales tienen un enorme valor; el hombre no debe ser medido exclusivamente por el tamaño de su billetera, etcétera. Todo esto está muy bien y yo adhiero. El problema con el autos de Anna Karénina es que era tan exagerado que aun sus mejores cosas se le volvían en contra. En él se aplicaba maravillosamente la frase de Hegel: “Si llevamos una idea hasta sus últimas consecuencias se transforma en su opuesta”.
Es cosa clara que ninguno de los enormes defectos de Tolstoi (por calificarlos suavemente) nos van a hacer olvidar su magnífica obra, e incluso su buen corazón cuando éste no se encontraba distorsionado por su locura. Entre sus Relatos tenemos Jolstomer. Historia de un caballo. No hace falta ser una luz para comprender que es la historia del siervo, del esclavo ruso, sin ningún derecho a la felicidad. O qué decir, por ejemplo, de Cuánta tierra necesita un hombre, pequeña obra maestra de esta selección. Vemos aquí que el ladrón y criminal no siempre necesita realmente matar a alguien para desvalijarlo: basta dar rienda suelta a su ambición para que se mate solo.
Para resumir: recomiendo vigorosamente la lectura tanto de los relatos como de la correspondencia de León Tolstoi (Lev Tolstói).

Alberto Laiseca

domingo, 7 de junio de 2009

Laiseca en Inrockuptibles


3 preguntas
Alberto Laiseca Con su programa de cuentos de terror en el cable, el autor de Los Sorias y La hija de Kheops debutó frente a las cámaras y dejó a varios con la boca abierta. Ahora vuelve a sorprender pero en el cine, como uno de los personajes principales de El artista.

¿Cómo fue la experiencia de debutar en cine y encima con un papel bastante protagónico? ¿Difícil?
Fue muy nuevo. Yo estaba acostumbrado a salir en cámara, pero la televisión es otra cosa. En lo que hacía en Cuentos de terror, en el cable, mi fuerza residía en la voz. Y acá en esta película mi personaje no habla nunca, salvo cuatro o cinco veces que dice “¡Pucho!”, pidiendo para fumar (risas). Entonces tenía que poner todo el énfasis en mi rostro y en mis manos. Estuve ensayando mucho en casa antes de ir a grabar cada vez. Siempre cuesta, como toda cosa nueva, pero después te alegran los resultados
En El artista subyace una crítica filosa al mundo del arte contemporáneo, ¿la compartís?
Se insiste mucho con eso, y en parte es cierto. Pero yo pienso que no es un ataque frontal contra el arte contemporáneo ni mucho menos, sino contra algunos excesos. Te lo digo tanto por el guionista, que es curador, como por los directores. Yo particularmente prefiero el clasicismo, pero ese es otro tema. Son preferencias personales. Hay mucho exceso que está denunciado ahí, pero no es en contra de todo el arte contemporáneo. De ninguna manera
Tu libro más reciente fue el Manual Sadomasoporno, editado por el sello Carne argentina hace más un año y medio. ¿En qué andás por estos días?
Estoy con los talleres literarios, que por suerte van bien y te mantienen en actividad. Básicamente ando con eso y tratando de conseguir laburo en televisión, cosas así, eso me interesaría. De vez en cuando hago “Los cuentos del Conde Láisek”, que son relatos en vivo. Y de momento estoy escribiendo el Manual Sadomasoporno 2, pero me tomo mi tiempo. Lo escribo tranquilo. Sin ningún apuro.

Matías Capelli

Para leer en su sitio original cliquear acá

domingo, 31 de mayo de 2009

Trailer

Haciendo clik acá podés ver el trailer de la película El artista, co-protagonizada por el Monstruo, que ya está en los mejores cines!

jueves, 28 de mayo de 2009

Estreno nacional

"El Artista"
Una película que reflexiona con ironía sobre la creación, el negocio de las artes plásticas y la mezquindad humana. Más información en Clarín digital

jueves, 14 de mayo de 2009

¡Reserven butaca!

El Artista se proyectará el próximo 21 de mayo, en carácter de preestreno, en arteBA`09 Feria de Arte Contemporáneo.

La película se ha presentado en los festivales internacionales de Roma y Mar del Plata, en el festival de cine Pantalla Pinamar, también participó de la Selección Oficial del XXI del Festival Rencontres Cinémas d’Amérique Latine de Toulouse; de la Selección Oficial de la 15 edición de la Mostra de Cine Latinoamericano de Catalunya, y de la Selección Oficial del Festival Internacional de Cine de Copenhagen (CPH:PIX).
El film cuenta con el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales de Argentina (INCAA), Istituto Luce de Italia, perteneciente a Cinecitta Holding, el Programa Ibermedia, el Instituto de Cine de Uruguay, y la Universidad de Tres de Febrero.


Enlaces asociados
"Gran recepción para El artista" en La Nación
"El artista, una película que pinta su propia aldea" en La Capital de Mar del Plata

jueves, 16 de abril de 2009

Laiseca en Rosario

EL ESCRITOR ROSARINO ALBERTO LAISECA VIENE A CONTAR HISTORIAS DE MIEDO

Los monstruos existen de verdad

Las narraciones de terror que el autor de Los Soria hacía por cable hoy siguen siendo un éxito en internet, muy a pesar suyo, que ve en la web a un enemigo de la lectura. El jueves estará en el ciclo “Bienvenidos a la Luna”, en Parque de España. (Ver nota)

lunes, 13 de abril de 2009

¡Bravo!

El film El artista, dirigido por los argentinos Mariano Cohn y Gastón Duprat, obtuvo el Premio a la Opera Prima en la Mostra de Cine Latinoamericano de Catalunya que se realiza en la ciudad de Lleida. El largometraje, que venía de ganar el Premio del Público en el Festival de Cine de Toulouse, es protagonizado por Sergio Pángaro y Alberto Laiseca.

sábado, 28 de marzo de 2009

Extrañas formas de erotismo*

“Cuando el sexo se escribe” por Mauro Libertella
Revista Ñ/ Sábado 28 de marzo de 2009


Las mujeres tuvieron (y tienen) una importancia fundamental en mi existencia y en mi obra. Todo lo que hice está dedicado a ellas. Mi Manual Sadomasoporno, por ejemplo. Sin la que fue mi chica no lo hubiera escrito. Doloroso, por cierto. Yo hubiera preferido otra cosa: una obra triunfante y gozosa.
Sin la mujer no hay crecimiento ni vida. Qué es vivir, qué es ser un hombre y un escritor, sólo ellas te lo pueden enseñar.
El erotismo es el impulso básico. Sin erotismo uno no seguiría escribiendo. Y digo más: nunca hubiese escrito.
A veces el erotismo, en nosotros los escritores, adopta formas raras. Tal el caso de Berenice, de Edgard Allan Poe. Este es, de lejos, el cuento más espantoso que escribió. Egeus, el personaje principal, sabe que a su prima Berenice están por enterrarla viva y no hace nada por impedirlo. Antes al contrario: la desdichada ya lleva varias horas en la tumba y él la desentierra para arrancarle todos los dientitos con una pinza larga. “Treinta y dos piezas marfilinas” (sic, en el texto). A este cuento horrendo Poe lo escribió el día en que se casó con Virginia Clemm, su prima. Esto no le impidió ser en la vida real el más amante esposo. Por Virginia dejó de beber. Para que un borrachín deje de darle al trago tiene que querer mucho a una chica. Lo digo por experiencia. En la ficción, en cambio, se daba todos los gustitos perversos polimorfos. Así quedaba en paz para cuidar a su amada Virginia.
Yo, en la vida real, soy tan bueno como Poe. En la literatura soy horripilante. A la que peor traté (que yo recuerde) fue a Analía, de Sí, soy mala poeta pero... La pobre chica es enterrada viva, violada y después va a parar al manicomio donde un médico sádico le hace de todo (con la excusa de que son terapias). De todas maneras tenemos a un japonés enamorado de ella que la rescata. Como se ve la historia, aun con ser horrible, tiene final feliz.
La vida es tan espantosa que, al menos en la ficción, tenemos que rescatar un poco de alegría y amor.

Alberto Laiseca

*Columna de opinión.

sábado, 14 de marzo de 2009

Al Maestro con cariño

Mundo Laiseca -notas sobre el realismo delirante- es un blog creado por Nicolás Aused, un fanático austral del Monstruo, para difundir artículos críticos sobre su obra. Por estos días sus notas versan sobre Los Sorias. Vale la pena pasar y echar un vistazo.
www.mundolaiseca.blogspot.com

sábado, 24 de enero de 2009

El Conde Láisek, lector empedernido


Revista Ñ/ Sábado 24 de enero de 2009

EL SINDICATO DE POLICIA YIDDISH
Michael Chabon
Mondadori. 248 páginas.


Gustav Meyrink, en “El gólem”, compara al judaísmo con una larga cuerda a la que todos los miembros de la colectividad se aferran “uno con ambos puños, otro, de mala gana, sólo con un dedo, pero todos obsesionados por el terror supersticioso de estar destinados a perecer, si abandonan el común sostén y se separan de los demás”. Curioso que lo dijese Meyrink quien, justamente, en su famosa y genial novela, se muestra mucho más ortodoxo que un chico “sombrero negro”. Pero son las contradicciones habituales, y si lo cito es porque noto en Michael Chabon ese mismo miedo a soltar la cuerda: quedar a la deriva por haber ido demasiado lejos. Algo parecido hace Singer (el premio Nobel de literatura), que en alguna novela le reprocha a Dios su indiferencia respecto del asesinato de los judíos en la Segunda Guerra Mundial, pero en las dos o tres últimas páginas pide perdón y se reconcilia.
La novela de Chabon está muy bién escrita, con frases magníficas. A esto no se lo podría negar ni su peor enemigo y yo estoy muy lejos de serlo. Tiene grandes aciertos que señalaré. Sin embargo, donde se queda corto (tal vez por miedo a soltar la “soga”) es mi obligación señalarlo. Nada voy a poner que no esté en el propio libro.
¿Logros literarios? Ya deje que mantones. En un matadero “kosher” de pollos, y en el momento en que el sacerdote levanta su cuchillo ritual, el volátil rompe a hablar en arameo respecto a la inminencia de la llegada del Mesías. Esto no salva al animalito, claro está, que es transformado en sopa. Y Chabon comenta que esto “demostraría que los tiempos extraños para ser judío casi siempre han sido también tiempos extraños para ser pollo”.
Otro logro: queda perfectamente claro que más allá de que exista o no un lugar para los hebreos, la sombra de la diáspora, de la deportación a Babilonia te va a perseguir eternamente. Cuando más seguro te sientas es justo allí donde comprenderás que todo este tiempo has venido pisando hielo frágil.
Es tanta la insistencia del autor en el Mesías y en el juego de ajedrez que al principio pensé que estaban relacionados. ¿El ajedrez es un juego mágico que, por alquimia, provocará la llegada de El? O, por el contrario: ¿Nos distraemos con el juego por miedo a que venga? Esta es una de las ambigüedades de Chabon. En principio cuando el Mesías venga El enjugará toda lágrima de nuestros ojos. Habrá un pollo en cada sartén y un litro de vino en cada vaso. Con El podremos comer hasta chancho. Sin embargo el autor no parece estar muy convencido. Y lo que me preocupa más: ¿Le tiene miedo o desconfianza al Mesías? ¿Es bueno o malo que venga? A esto no lo aclara nunca. Lo que sí aclara (y esta es la parte más genial de la novela) es que los padres están empecinados en que sus hijos sean sus Mesías privados: Isaquito debe sacrificarse (haciendo nuestro gusto) para redimirnos a nosotros. Esto es muy judío pero también muy goi (tal vez porque la idea del sacrificio de ha propagado). Después, por supuesto, viene la deliciosísima culpa: hagas lo que hagas siempre serás una decepción para tus padres. Franz Kafka, en apariencia, sería la excepción: quiso que su progenitor fuera el Mesías de él. Pero no hay aquí tal excepción, puesto que el que yo sea el Enviado, o que lo sea mi padre está previsto por el abominable sistema.
Hay un hombre muerto por un tiro, en el libro, y como ésta es una novela policial el detective se pela las cejas para resolver el misterio. Vemos que el chico muerto estaba “destinado” (¿destinado por quién?) a ser el Mesías. Parece que cuando el muchacho descubre bien de que se trata, y para lo que lo están usando, huye espantado.
Pero lo que a mí más me preocupa como crítico es que varias preguntas fundamentales quedan atadas al autor con alfileres; respecto al Mesías ya hablé: ¿es bueno o es malo que venga? Dios, por otra parte, ¿está animado de buenas o malas intenciones?: “de repente se siente harto de ganefs y de profetas, de pistolas y de sacrificios y del infinito peso gangsteril de Dios”. Esta última afirmación no es muy “kosher” que digamos y merecería más desarrollo por parte del novelista.
De cualquier manera la obra es muy valiosa y recomiendo su lectura.

Alberto Laiseca

domingo, 11 de enero de 2009

Revista Ñ/ Sábado 10 de enero de 2009

SALE EL ESPECTRO
Philip Roth
Mondadori. 254 páginas.

No bien empecé a leer este libro de Philip Roth yo me dije: “Me va a ser muy difícil ser justo con él”. Roth es casi más norteamericano de lo que yo puedo soportar. A ellos les encantan las historias con deliciosas enfermedades terminales: sopitas de cáncer, castraciones terapéuticas, descerebraciones, etc. Sí: a ellos les deleitan. Pero a mí no. Me pareció que este escritor, en vez de celebrar la vida, celebraba la decadencia y la muerte.
Pero no es tan así, y aquí es donde empieza mi intento de justicia. Creo que Roth, más bien, trata de decirnos: ¿cómo podemos hacer algo viviente estando – con toda evidencia – en el fin?
El personaje ha tenido cáncer de próstata y ello lo ha colocado al Este del Paraíso, en la frontera entre el sexo y la nada. Luego de muchos años de aislamiento vuelve a Nueva Cork. Esto lo excita y lo estimula, sin que lo pueda evitar. Está en el mundo pero no está. Lucha contra el sentimiento de pertenencia. Es la roca de Sísifo: cuando siente que está a punto de sobrepasar la cresta de la montaña (de la manera que sea) el peñasco le cae encima. Coincido, por ejemplo, en que es preferible tener relaciones sexuales imaginarias a no tenerlas en absoluto, pero bien sabe el personaje que el campo gravitatorio de la realidad comprime a lo imaginario como si estuviese en el embudo de un agujero negro. El intento es loable, de todos modos. Es hacer triunfar la vida aunque sea en el mundo de los símbolos.
Lo anterior se confirma con la referencia a Las Cuatro Últimas Canciones de Strauss, transformadas aquí en intención ontológica y leit motiv: “Por la pureza del sentimiento acerca de la muerte, la partida y la pérdida”. Es evidente que Roth, con este libro, se propone lograr lo mismo que Strauss con sus canciones.
Por el contrario no es tan claro en temas como el incesto o el cristianismo. Por ejemplo: en un pasaje se describe a músicos negros cantando para blancos. “Como el público para el que cantaban era tan blanco, me parecía un espectáculo de músicos blancos pintados de negro. En aquella reunión cristiana vi los últimos y leves vestigios de la esclavitud. Detrás de ellos, en el ábside, había un crucifijo dorado tan enorme que habría servido para crucificar a King Kong. Y permítame que le diga: dos de las cosas que más detesto de América son la esclavitud y la cruz, sobre todo la manera en que se entrelazaban para que los propietarios de esclavos justificaran la posesión de negros por los que Dios les decía en su libro sagrado”.
Lo anterior es una opinión fuerte y, para colmo, está muy bien escrita (independientemente del nivel de verdad que pueda contener). El problema es que a esto, en el libro, lo dice un personaje absolutamente odioso. Entonces ¿es o no la opinión del propio Roth? Claro está que así nadie se atreverá a acusarlo o a felicitarlo y yo tampoco. Pero nos quedamos con las ganas de saber qué piensa el autor al respecto.
El incesto, como ya adelanté, es otro tema que permanece en tinieblas. Todo comienza con una referencia a la relación entre lord Byron y su hermanastra Augusta. Al principio es sólo una impronta. Pero en la página 212 el personaje principal le dice a su madre (que ha muerto hace muchos años): “‘Mamá, ¿puedes hacerme un favor?’ Ella se ríe de mi ingenuidad. ‘No hay nada que no haría por ti, cariño. ¿De qué se trata?’, me pregunta. ‘¿Podemos cometer incesto?’ ‘Oh, Nathan – dice ella riendo de nuevo –. Soy un viejo y putrefacto cadáver. Estoy en la tumba’ ‘Aún así, me gustaría cometer incesto contigo. Eres mi madre. Mi única madre’ ‘Lo que tú quieras, cariño’”. Entonces ella se le aparece, bonita, de veintitrés años (edad a la que se casó con el padre del personaje).
En la novela tenemos la referencia a un gran escritor, ya fallecido, que cometió incesto. Nuevamente aparece el personaje a quien denominé como “absolutamente odioso”. A toda costa desea hacer la biografía del difunto destapando la incestuosa olla. El disminuido y casi agonizante personaje principal se opone por todos los medios a su alcance. En un diálogo imaginario alguien le dice que ésta es “una historia que no perjudica a nadie. A nadie. Las personas involucradas murieron hace mucho tiempo”. Pero él contesta: “Tiene tres hijos vivos. ¿Qué me dices de ellos? ¿Te gustaría descubrir una cosa así de tu propio padre?”.
Como se ve el incesto aparece en un momento como una trascendencia luminosa, pero en otros como una vergüenza que debe ser ocultada. Como quien dice: mejor no hablemos del asunto.
Para resumir: ¿creo yo que Roth es un buen escritor? Sí. Estoy convencido. ¿Se juega por las cosas en las cuales cree? No mucho ni siempre. Lo que más rescato de su libro es la idea de vivir, a pesar de todo, y aunque todo lo prohíba. Aunque sea vivir en el mundo de los sueños y de la imaginación.

Alberto Laiseca

viernes, 9 de enero de 2009

Revista Ñ/ Sábado 3 de enero de 2009

DIARIO DE GOLONDRINA
Amélie Nothomb
Anagrama. 105 páginas.

Amelié Nothomb ha realizado aquí una magnífica (e impecable) alegoría de la sociedad actual. Curioso, porque la historia aparenta ser simple. A raíz de un desengaño amoroso un hombre decide no conmoverse por cosa alguna. Volverse insensible. Lo consigue pero se aburre muchísimo. Entonces entra en tratos con la mafia rusa para trabajar de “gatillo” (matar por encargo). Lo anterior puede parecer un poco exagerado, hasta que advertimos a qué se refiere la autora. La deshumanización conduce al crimen. No ser humano (en este sentido: renunciar a la humanidad) es lo más fácil del mundo. La sociedad toda lo propone. Te da a entender que está bien y que así te alejarás del dolor. En efecto: si nos arrancamos el corazón ya no sufriremos… pero nos quedamos – obviamente – sin corazón y, por ende, sin posibilidades de ser felices. Cabría preguntarse ¿para qué está uno? La inmensa fortuna de vivir en este planeta resulta falseada. Sin corazón estamos ocupando un lugar que pertenece a otro. Otro que pudo ser uno mismo. Como el tipo rechaza la posesión cae en la más aberrante de las posesiones: el asesinato. Porque uno siempre posee: o por derecha o por izquierda. “No hay ejercicio más radical que la voluntad de poderío. Sobre un ser del que nada sabemos, ejercemos el más absoluto de los poderes”. El libro contiene, además, un sutil ataque contra el arte contemporáneo: las resoluciones abstractas que nos alejan de la carnadura. Tanto a nuestro personaje como a un asesino amigo suyo les gustan las músicas asquerosas, pero el protagonista principal se siente más fuerte que el otro porque tan sólo le interesa lo peor de lo experimental. “Tuve el sentimiento de mi superioridad: Yuri pertenecía a la retaguardia. Yo, en cambio, era un asesino del tercer milenio”. “Urbano, eres el peor de todos nosotros –dijo Yuri con un atisbo de admiración”. Nuestro monstruo mata a una chica por encargo. Hasta aquí todo bien. El problema es que la muchacha tenía un diario íntimo. El asesino comete el error de robarlo y leerlo. Esto les es fácil. La chica sabía pensar y sentir. Inevitablemente su bloqueo preventivo se anula y vuelve a tener corazón. Que se destruya (o lo destruyan) es sólo cuestión de tiempo. Es de una coherencia absoluta, por lo demás, que el amor llegue cuando el otro ya no está. Insoportablemente contemporáneo.

Alberto Laiseca

jueves, 8 de enero de 2009

La Patagonia lee el Manual Sadomasoporno

Reseña de Hernán Bergara

Para Diario Jornada, Suplemento Tela de rayón, 02/01/2009

Las maletas de doble fondo servían (el pretérito arriesga su obsolescencia) para traficar elementos que pudieran ser problemáticos en las aduanas poco permisivas: armas, drogas, dinero no declarado. El objeto es tan espectacular como falto de sutileza. La policía ya lo sabe todo sobre maletas de doble fondo. Basta con rasgarlas y ahí está lo que se pretendía esconder, expuesto a los ojos de cualquiera.
Prácticamente toda la obra narrativa de Alberto Laiseca guarda relación con estas maletas. Incansablemente, trafica siempre otra cosa, siempre distinta de la que hace pasar por las aduanas negligentes. Ocurre, sin embargo, que Laiseca no sitúa al lector como inspector de aduana, sino como cómplice de su contrabando: ya sabe que ya sabemos que su maleta es de doble fondo. Manual sadomasoporno no dista en ese gesto del resto de la obra de Laiseca: esconde intencionalmente mal, por ejemplo, ocho páginas centrales que nada tienen que ver con lo sádico, lo masoquista y lo pornográfico; en efecto, esas páginas del centro del Manual argumentan aspectos acerca de temas como física, matemática, arqueología y economía. El texto incluye apartados didácticos e ilustrativos sobre lo sadomasoporno, pero también filtra cuentos breves, teorías acerca de la relación de poder entre el rol de sádico y el de masoquista y una especie de (valga la redundancia) antropología fetichista. La primera página del libro simula ser un índice, pero no: es un breviario numerado de mandamientos sadomasopornos. El Manual se aloja en lo múltiple y simultáneo: su propio título, con complejidad de ideograma chino, condensa tres conceptos en una sola palabra.
La poética de un doble fondo manifiesto, explicitado, además de la hipérbole, conforma precisamente el tono de las obras de Alberto Laiseca. Esa es su lengua, no un recurso. Pero ese evidente doble fondo, esa hipérbole constitutiva, sirven para hacer pasar a su vez otras cosas, mucho menos expuestas.
Recién aquí, la literatura de Laiseca empieza a delinear su pasmosa identidad. En esta dimensión comienza su literatura y la sutileza que la habita: el Manual sadomasoporno es un texto que va siendo escrito contra sí mismo, que socava sus propios presupuestos. Da un paso hacia delante en sus consideraciones sobre el dominio del cuerpo de la masoquista para postular, seguidamente, al sádico como víctima real; realiza un inventario detallado y experto sobre las técnicas y adminículos necesarios para humillar física y psicológicamente a la masoquista pero todo se derrumba con apartados casi naïf como el titulado “Cómo conseguir novia pa´ siempre”. En una superposición sólo posible en el delirio, Laiseca se mueve entre la ingenuidad más tierna y una quirúrgica impiedad. Y entonces, inesperadamente, se pasa de la comicidad desmesurada constitutiva de Laiseca al registro de la soledad y de la pequeñez. El carnaval cómico de la yuxtaposición de voces que se advierte incluso en la tipografía del Manual empieza a convertirse en un coro trágico. Esto ya no es una tragicomedia: es una comitragedia.
Cuando la desmesura se sigue a sí misma, cuando se persigue hasta las últimas consecuencias, todo cambio en la emotividad de un texto cobra, concretamente, casi de inmediato, la violencia que quería Roberto Arlt. La del cross a la mandíbula. Por eso, cuando el Manual se interrumpe y se quiebra, como el acusado acorralado en un juicio, empieza otro texto y un nuevo Laiseca: una autobiografía, una confesión. Por eso también, y desde el rincón textual más inesperado, toda una línea vertebradora del Manual escenifica la melancolía de quien lo enuncia, empalmando con aquella hipótesis según la cual el sádico es, en realidad, la víctima. El Manual deja su tono de manual y expone progresivamente el devenir de un sujeto abandonado que patalea en soledad, imaginando impotente, vencido, que domina el cuerpo de la mujer. Porque Manual sadomasoporno es una gran historia de desamor. El tango llevado a su expresión máxima de cinismo y desolación. Un Sade y un Poe por fin sin consuelo. Es el humor más tiempo: tragedia.
Alberto Laiseca nos proporciona además, aquí, una verdadera lección sobre los virajes estilísticos en la obra de un escritor: en el transcurso de la elaboración de sus obras, algunos autores comienzan a repetirse; otros se simplifican hasta reducirse a máximas o fórmulas; hay quienes incurren en terrenos hostiles para sus hábitos de escritura y se empantanan en los derroteros de su ambición. Pero Laiseca toma una determinación conmovedora y radical: se retira, en forma inusitada y quizá excepcional, de la hipérbole que le ha aportado a la literatura argentina. Renuncia a su propio sello y nace un Laiseca nuevo, a la vez distinto e igual a sí.
El resultado es Manual sadomasoporno, acaso la novela más honda y triste que se haya escrito entre nuestros libros.

domingo, 4 de enero de 2009

Indudablemente, horriblemente, ferozmente


En las bateas del Parque Centenario nuestra amiga Mica Hernández encontró un ejemplar de la revista Fin de Siglo, del año 1988, donde se publica este cuento de Laiseca. Para leer el relato clickeá aquí.